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mismo un carácter de alta importancia y prioridad, medio que les ofreció la escuela, así como tam-
bién las acciones personales y familiares que hubieran realizado.
En el ámbito provincial, durante el presente año, la Directora General de Cultura y Educación
de la provincia de Buenos Aires aprobó por Resolución 812 del 29 de mayo de 2012, y su modifi-
cación, la Resolución 877/12, la realización de un “Compromiso Ambiental” dirigido a los alumnos
de primer año de todas las escuelas de la provincia, por el que se les solicita que:
“Como estudiantes de Primer Año de la Escuela Secundaria de la Provincia de Buenos Aires
conocedores de los problemas ambientales que afecta a la sociedad, y conscientes de que las solu-
ciones pasan también por nuestras actitudes cotidianas, en el marco de una consideración integral
de la noción de ecología y el respecto por los derechos humanos: ¿Se comprometen a proteger el
medio ambiente y a promover acciones tendientes a su conservación y cuidado, de manera personal
y comunitaria, como parte del trabajo cotidiano en la construcción de una sociedad cada día más
justa?”
Ante este pedido y desde la convicción de que un compromiso no puede ser sólo una expre-
sión de deseo o necesidad política, sino que debe representar la voluntad íntima vinculada con el
convencimiento del valor encerrado en esta responsabilidad, me acerqué a los cursos de primer
año con la intención de conversar con los alumnos acerca de las experiencias que habían recogido
a través de su participación de los distintos proyectos del cuidado del medio que les ofreció la es-
cuela, así como también las acciones personales y familiares que hubieran realizado. Muchos evi-
denciaron un conocimiento consciente de la problemática ambiental en los ámbitos local, regional,
nacional y mundial e hicieron referencias específicas a contenidos y contextos.
Según sus relatos puedo expresar que, en general, la temática no es ajena a sus familias e incluso
algunos de ellos han contado a sus compañeros las actividades que realizan en tanto grupo familiar.
Un número considerable de chicos ha incorporado hábitos personales sistemáticos en pos de
contribuir al bien común. Valgan de ejemplo: disminuir el uso del papel, apagar la luz cuando se
retiran de los ambientes, cerrar bien las canillas, cuidar la higiene del lugar, recolectar tapitas de
gaseosas y tetra pack, separar los residuos con criterio ambiental para reciclar.
Esta pequeña recopilación que resulta de la experiencia directa de dialogar con quienes son
protagonistas, me permite afirmar que:
• Cuando la escuela es promotora de una educación orientada al cuidado del medio ambiente y
los alumnos se involucran en los proyectos que se les proponen en relación directa con la edad
y la currícula según corresponda al nivel educativo,
• Cuando los alumnos se apropian, tanto de saberes vinculados con el bien común como con los
valores que se vivencian a diario,
• Cuando los alumnos y los docentes hacen suyas prácticas ciudadanas que trasciendan las pare-
des del aula y de la escuela, entonces se consolidan los cimientos del comportamiento humano
en pro de estos valores, y las personas se constituyen en verdaderos nodos en la red de búsqueda
de soluciones a esta problemática mundial.
Y lo afirmo posicionada, tanto en los saberes manifiestos de los alumnos de primer año respecto
de la conciencia ambiental, como en los proyectos que llevan adelante los profesores en el Nivel
Secundario, por lo que me animo a expresar que estamos trabajando con éxito en la generación de
una conciencia ambiental atemporal, de vigencia sostenida a lo largo de toda la vida activa de estos
jóvenes, visible a través de testimonios diarios y espontáneos, ya sea en las pequeñas acciones como
en los grandes emprendimientos que los tengan por protagonistas.
María Cristina GONZÁLEZ
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