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Estimada Licenciada Ballesteros, Inspectora Jefe de la Región 6.
Queridos padres y madres, queridas y queridos colegas y miembros de la Comisión
Directiva presentes y conectados online.
¡Queridos asistentes presentes y virtuales! Queridos y queridas graduadas presentes
aquí en el patio.
Después de muchos años de estudio, y sobre todo después de dos años tan
especiales, por fin ha llegado el momento: podemos celebrar sus graduaciones y
entregarles sus certificados del Bachillerato Internacional Alemán y del Bachillerato
Argentino. Estos títulos, junto con el DSD, son los exámenes que ahora les darán
todas las oportunidades para salir al mundo y dar sus próximos pasos. Nos sentimos
orgullosos de lo que hemos conseguido todos juntos. En primer lugar, ustedes
mismos, queridas graduadas y queridos graduados, porque sus títulos son su propio
logro personal en tiempos muy especiales, y además todos juntos, porque estos
títulos se han logrado en nuestra comunidad, con la cooperación de todos nosotros:
la cooperación de sus Profesores, Directores y la Dirección del Ciclo Superior (tanto la
anterior como la nueva), la Comisión Directiva, sus padres, sus compañeros de clase y
también sus amigos. Y a todas estas personas que de alguna manera han contribuido
a que ustedes, a pesar de las difíciles circunstancias de los dos últimos años, hayan
podido aprender y finalmente aprobar sus exámenes, pueden y deben agradecerles
su acompañamiento nuevamente hoy. Demos un fuerte aplauso a toda esta gente.
El año pasado, como parte de su viaje de graduación, estuvimos en el Aconcagua,
la montaña más alta del continente americano. Cuando nuestro guía de montaña
habló de la necesidad de comprometerse plenamente con la montaña al escalarla,
de salir de la zona de confort y de tener una contemplación interior, se me pasó por
la cabeza el poeta italiano del Renacimiento, Francesco Petrarca, que escaló el Mont
Ventoux en el sur de Francia el 26 de abril de 1336 junto con su hermano Gherardo y
dos compañeros desconocidos. Describió este ascenso a un amigo en una carta que
se ha convertido en su escrito más famoso. Formuló su objetivo para la ascensión de
la siguiente manera: “La montaña más alta de esta región, que no sin razón se llama
Ventosus, la “ventosa”, la he escalado hoy, impulsado únicamente por el deseo de ver
este lugar extraordinariamente alto”.
Petrarca no llega a su meta, la cumbre, por un camino directo. A veces se siente
débil, descansa y duerme una siesta; otras veces cree que puede llegar a la cima más
fácilmente si elige caminos que no sean tan empinados. Pero se da cuenta de que es
más probable que de este modo llegue al valle más que a la cumbre. Y así, finalmente,
toma el extenuante camino de ascenso y llega al punto más alto de la montaña. El
punto más alto de la montaña, que está entronizado por encima de todo el mundo,
por así decirlo, y desde el que se puede dejar vagar la mirada maravillosamente.
En su carta escribe: “En efecto, la vida bienaventurada se encuentra en una cumbre
elevada, y se dice que un camino estrecho conduce a ella. Muchas colinas también se
ciernen sobre él, y de virtud en virtud hay que caminar con pasos alzados; en la cima
está el fin de todas las cosas y del camino, la meta hacia la que se dirige nuestro
peregrinaje. [...]”
Petrarca compara así su ascenso a la montaña con la vida. En el camino hacia la
cumbre hay que subir varias alturas. A esta cumbre la llama “la vida bienaventurada”,
es decir, la vida con sentido, la vida feliz, la vida realizada.
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