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Liebe Norte Schule!


                           Con tristeza me acerco a vos para despedirme. Escucho a mi hija de preescolar cantan-
                        do a voz en cuello su canción de despedida y tan sólo escuchándola se me llenan los ojos
                        de lágrimas.

                                                 Alte Schule, altes Haus
                                                 du siehst Heute anders aus
                                                 und ich geh zum letzten mal
                                                 durch deine Tür

                           Se me hace un nudo en el pecho y no puedo evitar que las lágrimas me corran.

                                       Son muchos años recorriendo tus pasillos y tus patios.
                           Si bien ingresé recién en 3er Grado, cuando con mi familia llegamos de Alemania,
                           pasé 4 años con vos y luego siempre volvía para eventos, entrenamientos, torneos,
                                   desfiles o visitas, aún cursando en Belgrano o en La Horqueta.

                           Quiero compartir con vos uno de mis más preciados recuerdos: mi primer salón en 3º
                        MF.  ¡Teníamos el privilegio de tener toda una casa para nosotros!!!!!!!. Estaba donde aho-
                        ra está el patio de abajo con la cancha de fútbol. Era una casa antigua, preciosa, toda blan-
                        ca y de techos altos. La entrada con escalones de mármol, las puertas de madera enormes.
                           En el piso de abajo, nosotros: 3º MF (si bien al poco tiempo de entrar me ofrecieron
                        cambiarme a una M Klasse no quise hacerlo hasta fin de año) arriba una clase F. Nuestra
                        maestra Lucila – una persona tan sensible y tierna que nos dejaba hacerle masajes o pei-
                        narla si terminábamos temprano con las tareas.
                           ¡Allá atrás y alejados de todos, con patio propio, casa propia y hasta cocina en el aula
                        nos sentíamos tan independientes! Nos rodeaba el parque y disfrutábamos enormemente ver
                        las lluvias o el granizo desde adentro. El salón era gigante o así al menos lo recuerdo. Ten-
                        go tan presente los dibujos pegados en las paredes, las mochilas por el piso, el pizarrón, la
                        cocina, el palo borracho afuera, todo bañado con mucha luz. Sobre los escalones de la en-
                        trada nos sentábamos a charlar y lentamente fuimos enterándonos de las verdades de la vi-
                        da. ¡Algunas bastante sorprendentes para nosotros!
                           Como yo era nueva en la Schule tenía muchos temores al principio pero enseguida me fui
                        acomodando a las costumbres y todavía conservo amistades de ese año. ¿Podés creerlo? ¡Ya pa-
                        saron 23 años y yo sigo teniendo contacto con aquellos que compartieron ese salón conmigo!

                           Ahora ya hace tiempo que la casita cedió lugar al patio más grande, pero siempre la re-
                        cuerdo con mucho cariño.

                           Norte Schule, me despido de vos y de lo que representás para mí: mis torneos de atle-
                        tismo, mis clases de matemáticas con Irene, las fiestas en el gimnasio, los días de lluvia co-
                        rriendo por los pasillos, las clases en el Laboratorio donde nos sentíamos tan importantes,


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