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Sin embargo, nuestra familia Goethe está sujeta a constantes cambios. Hay
integrantes que nos dejan, otros que se unen a nosotros durante un tiempo
prolongado o incluso para siempre, también están los que se suman por periodos de
tiempo acotados. Y con cada uno de estos cambios se plantea la cuestión de cómo
nos enfrentamos en tanto comunidad a los sucesos nuevos que se nos presentan.
Cómo podemos y debemos interactuar con personas que provienen de entornos
distintos, que son muy diferentes entre sí y que se comportan de formas diversas, que
en muchos casos echan de menos su lugar de origen, ya sea desde lo profesional o en
la esfera privada. Y que, por todo esto, en un nuevo contexto pueden llegar a cerrarse
un poco.
Por supuesto, estos son solamente casos individuales y aislados. Pero es al
enfrentarnos a estos casos cuando se pone de manifiesto la calidad de nuestra “familia Goethe”.
Debemos preguntarnos siempre qué podemos hacer para incluir a los nuevos
miembros de la familia, para que formen parte de nuestra comunidad, para que se
sientan a gusto con nosotros. Esta inclusión, nuestra adaptación a las condiciones
de quienes se unen a nosotros, se la debemos a todos los que acogemos en nuestra
familia, ya sean profesores, alumnos o padres.
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