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REFLEXIONES DEL PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DIRECTIVA
                   DE LA GOETHE-SCHULE, ANDRÉS DE LA CRUZ



            Estimados integrantes de la Comunidad Escolar Goethe:

            Cuando acepté sumarme a la Comisión Directiva de la Goethe-Schule en 2011
          no podía imaginar un desafío como el que estamos viviendo desde marzo de 2020.
          Supimos ajustar procesos de enseñanza y aprendizaje conocidos a las circunstancias
          desconocidas que nos ha tocado vivir como comunidad escolar desde ese momento,
          no podemos reprimir la sensación de estar parados, individual y colectivamente,
          adultos y menores, frente a una incertidumbre que cala muy hondo.

            En marzo 2020, el “colegio”, un espacio físico en el que las personas vienen a “leer
          juntas”, con todo lo que eso significa, debió repentinamente cerrar sus puertas. Las
          conductas tangibles de la vida cotidiana escolar, que suponían proximidad física, cuya
          existencia y continuidad dábamos por sentado se debieron descontinuar. La actividad
          escolar que desarrollábamos en un espacio compartido se trasladó, desarticulada y
          solitaria, a cada una de nuestras casas.

            Tras el desconcierto inicial, nuestra comunidad desplegó un abanico de iniciativas
          para recrear en la virtualidad costumbres de enseñanza y aprendizaje conocidas, e
          incorporar muchos elementos nuevos. Como ocurre a menudo en las crisis, lo que
          nos une –darle a los alumnos una oportunidad de aprender– guió nuestra conducta
          colectiva. El esfuerzo mancomunado de muchos integrantes de la comunidad,
          desde los equipos directivos pasando por los docentes hasta muchos de nuestros
          colaboradores de áreas no pedagógicas, animados por la capacidad de adaptación
          de los alumnos y sus familias, permitieron en poco tiempo “conectar” a la comunidad
          escolar en la virtualidad. Y se abordó el proceso de enseñar a aprender, que constituye
          nuestra razón de ser, desde esa nueva realidad.

            La tecnología digital se transformó en herramienta indispensable para continuar
          nuestras actividades. Gracias a la tecnología pudimos continuar conectados,
          “cercanos” a los demás, y con la información que necesitábamos para permanecer
          vinculados con nuestras tareas, en el caso de los alumnos, la de seguir aprendiendo.
          En lo que hace específicamente a las actividades pedagógicas, la inversión hecha
          “pre-pandemia” en numerosas capacitaciones en las que muchos docentes habían
          participado rindió muchos frutos. Me detengo en este punto para mencionar muy
          especialmente a nuestra exalumna y capacitadora Silvia Tolisano (22/10/67 - 2/3/2021),
          que supo despertar en muchos de nuestros docentes la curiosidad por explorar con
          el uso de las herramientas digitales en su labor mucho antes que la pandemia nos
          obligase a hacerlo.

            2020 fue un año de aprendizajes distintos en todos los grupos que integran nuestra
          comunidad. Y esos aprendizajes fueron intensos.  (1) Las familias adquirimos cercanía al
          proceso de aprendizaje. Esa cercanía sirve para entender mejor la labor pedagógica y
          elaborar observaciones mejor fundadas respecto de virtudes y defectos de ese proceso.
          Cuando esas observaciones se transmiten de manera constructiva, benefician tanto
          al involucrado como a los demás porque permiten mejorar prácticas en un marco
          de colaboración. (2) La red constituida por los representantes de padres de cursos


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