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Alumni,  ¡buen  día!  ¡Es  fantástico  que  hayan  encontrado  el  camino  a  su  antiguo
          colegio! Así demuestran su apego a él. Esto significa que la escuela ha dejado huellas
          en vuestras vidas, espero que solo sean positivas. Y por eso todos podemos estar
          agradecidos. ¡Disfruten las horas con nosotros!
            Por  supuesto,  también  doy  una  cálida  bienvenida  a  todos  los  demás  invitados.
          Por favor, disfruten de nuestra ceremonia y luego, de las presentaciones de nuestras
          alumnas y nuestros alumnos.

            Hace 125 años -los tiempos eran completamente diferentes- se plantó un haya en
          Belgrano. ¡A más de 11.000 kilómetros de Alemania! Esta haya echó raíces y creció a
          lo alto. Experimentó sol, pero también nubes oscuras y fuertes tormentas. Dictaduras
          criminales  allí,  en  Alemania,  aquí,  en  la  Argentina.  Crisis  políticas  y  económicas.
          Además, hoy, una fase difícil en Europa, causada por la guerra de agresión imperialista
          de Rusia.

            Pero independientemente del transcurso del tiempo, el haya siempre dio nuevos
          frutos. Surgieron ramas que crecieron mucho; la raíz se ancló cada vez más firmemente
          en el suelo. El cielo azul seguía saliendo tras las nubes.
            Sin embargo, pronto esta raíz cambió. Pronto dejó de ser solo la raigambre del
          haya, en partes se transformó más y más en la de un ombú; el tronco se modificó,
          las ramas cambiaron, el árbol original se convirtió en un híbrido del que ya no solo
          brotaban las hojas dentadas del haya, sino también las de bordes lisos del ombú.

            El  árbol  como  tal  simboliza  muchas  cosas:  representa  la  vida  que  se  desarrolla,
          empezando  por  la  del  niño  pequeño  y  terminando  con  la  edad  adulta  y  la  vejez;
          representa el conocimiento que se desarrolla, desde aprender a hablar, leer, escribir
          y contar hasta el pensamiento complejo; representa la familia y la unión dentro de
          la familia, como un árbol genealógico que muestra el origen y el desarrollo de una
          familia, extendiéndose cada vez más. Y por último, el árbol, tal como lo he descrito,
          representa la coexistencia y la unión de nuestras culturas. Estas culturas se reúnen
          en el árbol de Goethe, se nutren mutuamente y producen diferentes tipos de hojas y
          frutos con sus semillas.

            En este último punto residen tanto las oportunidades como los retos para
          nuestra escuela; como pueden ver, ahora estoy dejando el nivel de lo simbólico. Las
          oportunidades residen en nuestra diversidad. Se basan en el hecho de que todos
          estamos aprendiendo constantemente de los demás a pensar de forma diferente.
          Están en el hecho de que todos nos desafiamos con nuestra diversidad y podemos
          seguir creciendo a partir de ella.

            Pero aceptarnos en nuestras diferencias es también el gran reto al que nos
          enfrentamos cada día. Es un gran desafío para cada uno abrirse de manera de aceptar
          la fortaleza del otro para sí mismo y quizás, incluso, adoptarla en su propia conducta.
          Y tener que lidiar con dos y tres lenguas en la vida cotidiana es un gran reto para casi
          todos nosotros -y aquí me gusta incluirnos a los adultos-; enfrentarse a esto cada día
          no solo es un placer, sino a veces también una carga.

            ¡Pero podemos superar estos desafíos juntos! Si nos respetamos unos a otros, nos
          apoyamos mutuamente y tenemos constantemente presente la declaración de

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