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CECILIA BÜCKING
Querida Ceci: Hoy me toca escribirte unas líneas para homenajear todos estos años
que has dedicado a tu profesión como docente.
Pensaba de qué manera describirte, qué es lo que te define. Si bien hay muchos
valores que podría enumerar, siempre volvía a mí una palabra. Y esa palabra es alegría.
Nos tocó ser compañeras de sala en un año atípico, difícil: el año de la pandemia.
Empezamos a conocernos en febrero, laboral y personalmente y nuestras formas de
trabajar, de pensar la educación y a los chicos conectaron naturalmente. Cada una
aportando y enriqueciendo el trabajo de la otra.
Pero de golpe, a casa. Fue difícil pensar que podríamos vincularnos a la distancia.
Surgieron muchos interrogantes: ¿cómo íbamos a llevar adelante las actividades si
nuestra tarea se desarrolla ahí, en la sala?; ¿cómo íbamos a ponernos de acuerdo si no
nos conocíamos tanto?; ¿acaso lograríamos aunar criterios?
Encontré a una mujer comprometida, profesional y apasionada por lo que hace.
Siempre atenta a lo que sucede a su alrededor (incluso detrás de la pantalla). Te vi
ayudar a tus alumnos, fortaleciendo su autoestima, sembrando en ellos el “vos podés”.
Te vi sacar lo mejor de cada uno, niños, niñas y compañeros.
El respeto es tu bandera y la llevás muy en alto. Tu calma y empatía hacen que,
quienes estemos alrededor, sintamos inmediatamente que tu ritmo es el acertado.
Que para ver bien hay que detenerse y mirar a los ojos.
Gracias por ser mi compañera, mi par. Por entregarte a tu tarea y contagiar las
ganas de hacer, de estar en movimiento.
Y, finalmente, quiero volver a la alegría. Gracias por recibirme y recibirnos siempre
con una sonrisa, por encarar la vida y la profesión con alegría, por divertirte y reír a
carcajadas a pesar de los contratiempos. Por tu mirada que construye con paciencia
y dedicación.
Celebro tu paso por la docencia y deseo que el futuro esté colmado de proyectos y
que tu espíritu inquieto te acompañe en las nuevas aventuras.
Dominique Oclander
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