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“El Ensayo”



             Cuando cayó el telón... cuando se acallaron los aplausos que coronaron la puesta en esce-
          na de “Hänsel y Gretel" vinieron a mi mente imágenes de todo lo que había vivido y compar-
          tido con este “Grupo Orff”, a partir de aquello que ellos mismos habían dado en decir: ¡¡Va-
                                                 mos a tocar con los músicos del Colón...!!
                                                    Y no fue poca cosa lo sucedido. Porque
                                                 no fueron poca cosa los ensayos rigurosos e
                                                 intensivos, donde no había lugar para el jue-
                                                 go y el divertimento. Es que...¡había que pre-
                                                 pararse con seriedad y concentración!... No
                                                 fue poca cosa ir más allá de la precisión y
                                                 justeza melódica y rítmica, es que ¡había que
                                                 lograr musicalidad!  No fue poca cosa encon-
                                                 trar el “tempo justo”... es que ¡había que es-
                                                 tar preparado para adaptarse a una “batuta"
                                                 desconocida... Todo, todo ¡¡era un desafío...!!
             Y llegó el esperado y a la vez temido ensayo... Una hora antes ¡¡sólo una hora antes!!
          Los “músicos" se conocieron. De un lado... profesionales fogueados en escenarios, solistas
          experimentados... Del otro, simplemente chicos, todo corazón y entusiasmo... Y entre la cu-
          riosidad de unos y la admiración de los otros, Marta, la directora de Orquesta, a la que lla-
          maban “Maestra”, la que con gesto afable y sencillo, miró a los chicos, miró a los músicos
          y dijo: -"Cuatro tiempos antes del compás 208... “  Claro... los “grandes" sonrieron con es-
          cepticismo... los chicos, tomaron sus baquetas con la temeridad propia de la edad... Y así
          todos se confundieron en sonidos: por aquí las placas, por allí los vientos y cuerdas... Yo
          observaba lo delicioso de la escena: los expertos, los “virtuosos”, con miradas en las que
          se mezclaban el encanto y el asombro... a los “chicos" sólo les preocupaba tocar... no se
          daban cuenta del clima sonoro... del vínculo que se estaba creando...
             Luego...¡el compás final! Los chicos levantaron la cabeza y bajaron sus baquetas... hu-
          bo un pequeño silencio, y la “Maestra Marta" que dice a sus músicos: “Vieron... yo les di-
          je..." A partir de allí, lo imborrable para los que estábamos observando la escena: los “gran-
          des" todavía aferrados a sus “vientos y cuerdas" aplaudiendo a los chicos, pero a la “ma-
                                                  nera de los grandes": con sus manos sobre
                                                  el cuerpo de los instrumentos... con sus dos
                                                  pies contra el piso... Se había producido “la
                                                  Magia": tocar con los “Músicos del Colón..."
                                                  y además... ¡¡ser aplaudidos por ellos!!

                                                    Después... la actuación. Tal vez alguno
                                                  no pudo escucharlos... Pero ya nada impor-
                                                  taba... el “Grupo Qrff" había tenido su mo-
                                                  mento de gloria, en ese inolvidable ensayo...

                                                                        Silvia Inés ALIAS


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