Belgrano | Pueblo, ciudad, capital y barrio, Héctor Iñigo Carrera (extractos)
LA FISIOTOPOGRAFÍA BELGRANENSE EN LA ÉPOCA DE LA FUNDACIÓN DE BUENOS AIRES
Belgrano integró la región conocida en la época colonial con el nombre de los Montes Grandes o Pago de los Montes Grandes, o de la Costa de Monte Grande. Abarcaban una legua tierra adentro del río y se extendían con frente a la costa desde el límite urbano hasta el río de las Conchas. El Pago de los Montes Grandes contaba entonces en su seno al que habría de ser más tarde Partido de San Isidro, zona central del Pago y jurisdicción en cuyo territorio se fundó y desarrolló el pueblo de Belgrano, en épocas en que San Isidro llegaba hasta el arroyo Maldonado, hoy avenida Juan B. Justo.
La fisiotopografía de los Montes Grandes está definida por la acepción más común referida a «tierra poblada de árboles, arbustos y matas en región desigual por sus elevaciones de terreno». Salvo estrechas huellas polvorientas desprendidas a grandes trechos de la senda real, el verdor exuberante ascendía hasta las barrancas que bordeaban el inmenso río. Eran las mismas tierras belgranenses, hoy sin posibilidad de contemplar sus costas. El Pbro. Dr. Francisco C. Actis, en su Historia de la Parroquia de San Isidro describe la zona con gran precisión.
Pudo decir en 1867 el doctor Manuel Obarrio, diputado a la Legislatura de Buenos Aires, en oportunidad de tratarse el establecimiento del primer Instituto Agrícola, que «San Isidro es el pedazo de suelo más fértil del territorio nacional». Y lo siguieron aseverando los hechos a través del tiempo al prestar esa zona la indiscutida función de gran proveedora de verduras para la capital, aun después de industrializadas y subdivididas sus tierras.
El doctor Adrián Beccar Varela en su libro San Isidro pudo recoger informes de la época colonial señalando la producción de hortalizas y «sus sementeras de trigo, maíz, cebada, legumbres y hortalizas, son las más gruesas en proporción al terreno» (Informe de Juan Pedro Andrés Rodríguez en 1813 en Parte de producción citado en su libro por el Dr. Beccar Varela).
El paisaje de Belgrano visto por Prilidiano Pueyrredón en 1865 mantenía las siguientes características registradas en su cuadro «Lavanderas del Bajo Belgrano», entonces estación «Alsina», tomado aproximadamente a la altura de la actual estación ferroviaria frente a las Barrancas.1
«Desde lo alto de la prominencia, bajan hasta las toscas de la ribera dos caminos, uno a la izquierda particular… y otro a la derecha público.
«Cerco de cardones, pitas y arbustos menores delinean los terrenos. En el cruce del camino de la derecha, con un tercero ? que corre en primer plano por la playa, se levantan dos ombúes.»
La casa que aparece en este cuadro se alza sobre la cresta de la Barranca de Belgrano. Es de un solo piso, techada con tejas y circundada por galerías sostenidas por columnas blancas.
La lavandera que aparece bajando hacia el río es una joven ataviada con manto negro y holgada falda. Camina descalza y lleva a un niño de meses bajo el manto, en tanto tiene en su mano izquierda una pava. La batea que lleva sobre la cabeza contiene un lío de ropa cubierto por blanca sábana. Su sombrero es de paja amarillenta. La mujer va arreando una yunta de bueyes overos, con la ayuda de un perro, entre las toscas y los charcos.
Los suaves declives de la costa sobre el Río de la Plata eran entonces barrancas elevadas que en algunos puntos alcanzaban los veinte metros y en las que el transcurso de los siglos ha hecho su obra.
En la época de la Conquista, partiendo de las crestas había bosques salvajes donde se guarecían las fieras: tigres y pumas; la última franja sauces y juncales.
«Estos bosques formábanse de espinillos, algarrobos, talas, urupis, palo blanco, ceibos y de trecho en trecho, algún ombú, todo tejido de enredaderas tan silvestres como los estupendos rodrigones a que se enlazaban. Extendíase el monte desde Buenos Aires hasta lo que después se llamó San Isidro y San Fernando y ha llevado toda su extensión, por más de dos siglos, el nombre de Partido de los Montes Grandes. Este bosque acrecentado por las simientes conducidas por los ríos desde el fondo del Chaco y del Alto Paraná, no alcanzaba más de dos leguas tierra adentro de la playa»3
1 Pueyrredón, Prilidiano. (Biografía de José León Pagano. Publicación del Museo Nacional de Bellas Artes, 1945).
2 Zanjón.
3 Crónica abreviada de la ciudad de Buenos Aires, por M. A. Pelliza (Censo Municipal de Buenos Aires, 1887. T., I).
LA FUNDACIÓN
Durante todo el régimen rosista la extinción de la iniciativa local había suspendido de hecho la actividad municipal. Tanto el decreto de la fundación del pueblo de Belgrano como la reconocida definición municipalista del doctor Valentín Alsina, marcan en el renacimiento de la vida comunal posterior a Caseros un acto positivo en el proceso de recuperación de la República, comenzando por afirmar la base institucional que ofrece el municipio. Para reconstruir y reargentinizar al país como consecuencia de la despersonalización del gobierno, había que devolver al ciudadano el escenario local que le era indispensable para desenvolverse como tal. Y la vida activa del municipio ofrecía la escuela de reeducación que el auténtico estadista tenía que fomentar. La fundación de Belgrano fue, pues, un símbolo y un exponente. Se afirmaba un principio y se reiniciaba la marcha por la buena senda, del mismo modo que Urquiza a los pocos meses de su triunfo dictaba el decreto de restablecimiento de la Municipalidad de Buenos Aires con amplia concepción de su necesaria autonomía.
Del 3 de febrero, en Caseros, al 2 de septiembre de 1852, fecha de la constitución de la Municipalidad de Buenos Aires sólo habían transcurrido siete meses para que el gran entrerriano -cuyo más meritorio triunfo consistió sin duda en el heroísmo de saber vencerse a sí mismo-, pusiese «bajo la sombra apacible del árbol antiguo», los intereses locales de la gran capital. Acerca del referido decreto del Director Provisorio de la Confederación debemos recordar que aseguraba la elección popular del Concejo Deliberante de cuyo seno se proponía la terna para elegir presidente de la comuna o sea el actual in tendente.
También es muy significativo que en el artículo 83 del decreto se haya establecido que «las rentas y fondos de depósito que administre la municipalidad son inviolables aun en caso de guerra; ninguna autoridad puede disponer de ellos»
Es que la lección del avasallamiento centralizador bajo la tiranía había sido muy dura para olvidarla. Y había que practicar la administración local sin retaceos, fundar pueblos e impulsar por amplias sendas el progreso, en goce pleno de las instituciones.
En lo que respecta a la fundación del pueblo de Belgrano, ella se produce a petición de vecinos de San José de Flores ante el Gobierno de la Provincia, en terrenos de «La Calera», la mayor parte de los cuales habían pertenecido por actos de apropiación discutida al ex Gobernador D. Juan Manuel de Rosas, pasando a su caída a ser considerados de propiedad pública. El caso de Barros Pazos prolijamente rastreado por el historiador Andrés R. Allende 1 es típico en las anexiones rosistas a la propiedad de Palermo. Sin excluir su invasión de «La Calera» actual barrio de Belgrano.
El rápido trámite dado a las actuaciones aproximadamente tres semanas hace que la extensión y los títulos se den por verificados. El Fiscal y el Asesor de Gobierno estimaban previas esas determinaciones, resolviendo, en cambio, el Poder Ejecutivo de la Provincia dar la Resolución del 23 de noviembre de 1855, sin más espera.
El documento que transcribimos oportunamente da las razones oficiales de la decisión. Así surgió en los terrenos denominados de La Calera, promovido por vecinos de San José de Flores, el municipio de Belgrano.
23 DE NOVIEMBRE DE 1855
Acuerdo del Centro de Estudios Históricos del Pueblo de Belgrano sobre la fecha centenaria
El «Centro de Estudios Históricos del Pueblo de Belgrano», por acuerdo del 22 de noviembre de 1955, dado oportunamente a la publicidad, documentó la fecha real-23 de noviembre de1855- en que se da el primer paso oficial a los efectos de la fundación del Pueblo de Belgrano.
Dicho acuerdo dice así: «El Centro de Estudios Históricos del Pueblo de Belgrano señala a la evocación colectiva en función de porvenir, el centenario que hoy se cumple -23 de noviembre de la resolución recaída ‘en el expediente promovido por varios vecinos de San José de Flores sobre la formación de un pueblo en los terrenos denominados de La Calera ante el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Con la firma de don Valentín Alsina se ordena levantar el plano de traza del pueblo y se designa a D. José Borches, D. Domingo Romero y D. Santiago Tobal para que constituyan la Comisión encargada bajo la presidencia del primero, a efectos de ‘colectar fondos para los costos y gastos y cuya comisión correrá en la oportunidad con la distribución y reparto de solares» . Este fue el acto de gobierno previo y decisivo, del de fundación del 6 de diciembre, decisión oficial que reconocía la patriótica y emprendedora gestión de aquellos tres vecinos cuyos nombres merecen la gratitud colectiva». Héctor Iñigo Carrera, presidente; Dr. José María Tamborini, secretario.
1 Allende R. Andrés, Los origenes del Pueblo de Belgrano, 1958.
FORMACIÓN DEL PUEBLO DE BELGRANO
Buenos Aires, Noviembre 23 de 1855. Al Señor D. José Borches.
En el expediente 1 promovido por varios vecinos de San José de Flores sobre la formación de un pueblo en los terrenos denominados de la Calera, el Gobierno ha resuelto en esta fecha lo siguiente:
«Atendiendo a la utilidad general y local que resultará de establecer un pueblo en la Calera, y considerando que para esto no es indispensablemente necesario el entrar a indagar previamente quien sea el dueño de aquel campo, ni lo es por consiguiente, el hacer la mensura indicada por el Fiscal, pues además de ser notorios sus límites, y además de las fuertes presunciones que existen para reputarlo del Estado, si acaso después apareciese que es de propiedad particular él sería completamente expropiado y entretanto se habrán evitado demoras y gastos y se habrá realizado desde ahora un campo que al presente no se aprovecha del modo que puede y conviene que lo sea; por estas consideraciones el Gobierno accediendo a la fundada solicitud de los vecinos suplicantes viene a resolver que desde ahora se funde allí un pueblo cuyo nombre se designará oportunamente.
En su virtud ofíciese al Departamento Topográfico para que previa una vista de ojos del terreno, proceda a levantar el plano de la traza de aquel, con arreglo a la localidad y disposiciones generales de la materia elevándolo al Gobierno para su aprobación.
Nómbrase a D. José Borches, D. Domingo Romero y D. Santiago Tobal para que constituyéndose en Comisión bajo la presidencia del primero se ocupen de colectar fondos para los costos y gastos y cuya Comisión correrá en oportunidad con la distribución y reparto de solares.
Transcríbase esta resolución para su conocimiento y demás efectos a los tres individuos mencionados como igualmente al Fiscal, al Asesor, al Jefe de Policía y al Juez de Paz de San José de Flores, y pajo este expediente a Escribanía para que sean notificados dos al menos de los suplicantes, en el concepto de que en adelante el Gobierno se entenderá únicamente respecto de lo que puede ser necesario, con la mencionada Comisión.»
El infrascripto debe agregar que el gobierno espera de Vd. se prestará a aceptar el cargo para qué es nombrado, procediendo según se indica en el decreto transcripto en el interés de todos los vecinos interesados para la fundación del nuevo pueblo. Dios guarde a V. Valentin Alsina, Luis Borches, secretario.
1 La reproducción respeta la ortografía originaria.
Una vez más surge una población hija del camino. En este caso en el cruce del Camino Real, más tarde 25 de Mayo y finalmente Cabildo (actual denominación), en su intersección con la actual calle Pampa (antes Moreno). Ya en el plano que entre 1848 y 1850 levanta el súbdito francés don Adolfo Sourdeaux, reproducido en este libro, aparece con caracteres destacados el nombre de «Blanqueadas» ubicando, fuera de toda duda el lugar en que estaba situada «La Blanqueada», almacén criollo o pulpería, y caserío circundante tomados también como punto de referencia en relación a la línea a tener en cuenta por el Departamento Topográfico a cargo del señor Saturnino Salas, quien el 1º de diciembre de 1855 preparó el proyecto de traza del Pueblo de Belgrano.
El punto era de paso obligado al tránsito relativamente intenso que se realizaba hacia las ciudades norteñas y fue el utilizado para llevar las cargas de conchilla de La Calera y extracciones destinadas por Juan Manuel de Rosas a su casa de Palermo de San Benito.
Debemos hacer constar que La Calera, ubicada en lo que es hoy Luis María Campos de Sucre a Juramento, consistía fundamentalmente en el horno instalado por sacerdotes franciscanos, en zona determinada también en el plano de Sourdeaux que ya hemos mencionado. Daba nombre, esa actividad caliza, a gran parte del territorio que ocupó luego Belgrano, y por extensión a la zona.
En el documento que insertamos más adelante del 6 de diciembre de 1855 decretando las medidas definitivas para crear el nuevo pueblo de Belgrano se hace referencia concreta al terreno de La Calera o sea a toda la zona del yacimiento de calizo de antigua data, al propio tiempo que al «camino inferior o de las cañitas que limitará el pueblo de su frente cuanto del superior o de las blanqueadas que lo atravesará…» «Las Cañitas» era la actual avenida Luis María Campos y el superior o del Alto es la actual avenida Cabildo, «vía exterior del norte»
La actual calle La Blanqueada en el municipio de Buenos Aires no evocaría la de Pampa y Cabildo y se referiría seguramente al almacén criollo que existió en Liniers, en Rivadavia y Bariloche 1.
Finalmente, el camino del bajo o de «Las Cañitas» era el nombre que recibía la actual senda urbana Luis María Campos y no la avenida Libertador General San Martín, interpretación frecuentemente equivocada.
Acerca del nombre de «Cañitas», el historiador Ricardo M. Llanes lo atribuye a homenaje a una acogedora pulpería, en tanto Udaondo lo hace derivar a que una parte del trazado del camino tenía un cerco de cañitas de la India, interpretaciones que no se excluyen, vinculada una con la otra.
El 1º de diciembre de 1855 el director del Departamento Topográfico, don Saturnino Salas, prepara el proyecto de traza del pueblo abarcando con los terrenos del ex tirano las parcelas determinadas en el plano que publicamos, como propiedades de «Corbalán» y «Maciel», respectivamente. El casco urbano quedaba ubicado a ambos lados del camino de San Isidro, denominado habitualmente «camino del alto» que en el plano figura con el nombre de «calle 25 de Mayo», que no es otra que la continuación de Santa Fe con el ancho dispuesto para ésta por Bernardino Rivadavia en 1821, siendo ministro del gobernador Rodríguez y en oportunidad de ordenar el trazado de las actuales avenidas Corrientes, Córdoba, Santa Fe y la actual calle Juncal cuyo ensanche a treinta varas no se llevó a cabo.
La determinación rivadaviana además de referirse a estas calles en dirección oeste incluyó también a la calle de Las Tunas, actualmente Callao y su prolongación Entre Ríos-Vélez Sársfield, como asimismo la apertura con ancho de 30 varas de las calles Belgrano, Independencia, San Juan, Patagones (hoy Brasil) e Ituzaingó.
Las carretas de bueyes y las galeras encontraron en la actual avenida Santa Fe la salida de la ciudad por el norte.
Los límites efectivos de la planta urbana del nuevo pueblo estaban determinados por la calle San Lorenzo (hoy Crámer) por el noroeste y Once de Septiembre por el sudeste -conservando esta última la nomenclatura que desde un principio se le dio-, bordeando su senda la cresta de las barrancas. Desde éstas hasta el río quedaban terrenos reservados de los que no se dispondría por entonces «y hasta con más meditación y según los adelantos de la población pueda la autoridad local darle el destino que mejor estime».
A comienzos de 1856 el agrimensor Pedro Pico y el auxiliar del Departamento Topográfico señor Justiniano Lynch, realizaron la mensura y amojonamiento del pueblo, actuaciones que fueron aprobadas el 10 de enero del mismo año. En este aspecto se atribuye labor posterior realizadora al vecino don Juan Callaba, que no obstante no poseer conocimientos técnicos ni instrumental adecuado, habría efectuado tareas vinculadas al trazado de las calles. Trátase del mismo belgranense que organizara un servicio de diligencias en 1859 entre Buenos Aires y el nuevo pueblo 1. Y del mismo apellido de posterior y acreditada librería de Cabildo entre Juramento y Echeverría.
1 Ricardo M. Llanes (La Prensa, 25 de agosto, 1957); Enrique Udaondo Plazas y calles de Buenos Aires. (Edición municipal, 1936).
A LA COMISION NOMBRADA PARA EL PUEBLO DE LA CALERA
«Buenos Aires, diciembre 6 de 1855.
«En el expediente promovido por algunos vecinos del Partido de San José de Flores, para que se formase un pueblo en el paraje del mismo partido denominado la Calera y visto el plano levantado al efecto por el Departamento Topográfico, el Gobierno ha resuelto hoy el siguiente decreto, que el infrascripto transcribe a Vd. para su conocimiento y efectos consiguientes.
«Visto el proyecto de traza para la planta del pueblo que debe erigirse en la Calera, formado por el Departamento Topográfico, queda aprobado, y devuélvase para que disponga se practique la consiguiente mensura y amojonamiento, exigiendo al efecto de la Comisión nombrada todos los auxilios necesarios para que enseguida pase a la misma una copia del plano juntamente con las instrucciones competentes, a fin de que se proceda a la distribución de solares en plena propiedad en el concreto de que atenta la especialidad de este pueblo, el plazo dentro del cual deberá hablarse de un solar, ha de ser mucho más corto que el fijado para las disposiciones generales de la materia y de que en todas las construcciones sea cual fuere su distancia de la Plaza algo al ménos de ellas ha de ser precisamente de material, y que la Comisión quedará facultada para hacer en este algunas excepciones, como lo quedará también para destinar municipalmente lo que halle más oportuno acerca de los cercos.
«Se declara que deberá reservarse los siguientes espacios y solares, cuya designación hará la Comisión en un costado de la Plaza, la extensión que se calcule necesaria para la Iglesia, casa Cural y Escuelas de ambos sexos, y en el del frente, la necesaria para cárcel, Municipalidad y demás Edificios Públicos; se reservará también distintos puntos del Pueblo, de veinte y cinco a treinta solares que se reputarán como de propios y de los que posteriormente podrá disponer la autoridad local aun por venta o del modo que juzgase más ventajoso a los intereses de la localidad.
«Se declara también que en cuanto al sitio en que deberá establecerse el Cementerio que más adelante pueda llegar a ser muy necesario, proveerá ulteriormente la Municipalidad.
«Se declara del mismo modo: 1º Que el nuevo pueblo tomará el nombre de Belgrano. 2º Que el Gobierno se reserva proveer acerca de la creación en aquella localidad de un partido separado del de San José de Flores a que hoy pertenece y acerca de la consiguiente creación de una Municipalidad y Feligresía. 3° Que pertenece al Pueblo el resto de terreno de la Calera que hace su fondo y el cual podrá la Comisión arrendar ó utilizar en beneficio de aquel. 4° Que también le pertenece el bañado de su frente, hasta el Río de la Plata limitándose por un lado por la prolongación de la respectiva línea del plano y extendiéndose por el otro hasta el pequeño arroyo que allí se encuentra. 5º Que no se dispondrá del terreno de dicho bañado por ahora, y hasta con más meditación y según los adelantos de la población, pueda la autoridad local darle el destino que mejor estime. 6º Que la Comisión actual y en su caso la Municipalidad, están en la obligación de ayudar a la composición y conservación tanto del camino inferior o de las cañitas que limitará el Pueblo de su frente, cuanto del superior o de las blanqueadas, que lo atravesará, para cuyo efecto se pondrá de acuerdo con la Comisión que está encargada de la vía exterior norte. 7º Que también será de su obligación proveer inmediatamente a la rehabilitación del viejo edificio que allí existe, de manera que pueda servir provisionalmente para una Escuela que deberá fundar y para una Capilla mientras se construya en la Plaza los respectivos edificios para aquellos destinos. 8º Que se procurará dejar por ahora desembarazarse y laborables los principales sitios de que hoy se extrae la conchilla.
«Y transcríbase esta resolución al Departamento Topográfico, a la Comisión nombrada y á la encargada de la vía exterior para los objetos que quedan expresados; al Fiscal, al Asesor, y al Juez de Paz de San José de Flores para su conocimiento; y al Jefe de Policía para que proceda a hacer entregar a la Comisión de todo el terreno mencionado; y publíquese.
«Dios guarde a Ud. muchos años. Valentin Alsina. Luis Borches, secretario».
1 El Buenos Aires de antaño, por Luis Cánepa, 1936.
EL ESTADISTA FUNDADOR
El doctor Valentín Alsina nació en Buenos Aires el 16 de diciembre de 1802, hijo de doña Pastora Ruano, porteña, y del agrimensor don Juan D. Alsina, también de Buenos Aires, en cuya defensa falleció, a consecuencia de haber sido herido, en 1807, durante las invasiones inglesas. Casó con Antonia Maza, hija del Presidente de la Legislatura, asesinado en 1839 en el instante en que preparaba su renuncia al prominente cargo.
Estudió en la Universidad de Córdoba, recibiéndose de abogado en Buenos Aires e iniciando su acción política como funcionario durante el gobierno de Rivadavia, a cuyo lado comenzó a aplicar sus dotes jurídicas, simultáneamente con actividades periodísticas.
Desde 1829 a 1833 fue Director de la Biblioteca Pública y profesor de derecho. Exiliado en Montevideo, combatió a Rosas, desde la prensa y particularmente dirigiendo El Comercio del Plata, al ser asesinado Florencio Varela. Fue el gran ministro de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires a la que gobernó, a raíz de haber iniciado la revolución del 11 de septiembre de 1852 y ser elegido con posterioridad constitucionalmente en mayo de 1857, para dimitir el 8 de noviembre de 1859, después de la batalla de Cepeda.
Es en esas funciones, ministro y gobernador, que decreta los actos fundadores del pueblo de Belgrano.
Fue al Senado compartiendo con Rufino de Elizalde la representación bonaerense en Paraná, aunque solidarios con los diputados de la Provincia rechazados, no se incorporaron.
Diputado y senador provincial, fue designado en 1862 senador al Congreso con sede en Buenos Aires. Presidente provisiorio, el Cuerpo le discierne ese cargo por unanimidad de votos, función en la que se desempeña hasta 1868.
Falleció el 6 de septiembre de 1869, siendo senador.
El historiador Arturo B. Carranza al hacer la semblanza de Valentín Alsina, recuerda con acierto que este virtuoso e ilustrado estadista «tuvo la suerte de presidir la Asamblea en que juró el cargo de vicepresidente de la Nación, su hijo el doctor Adolfo Alsina.
LOS PRINCIPIOS MUNICIPALISTAS DEL DOCTOR VALENTIN ALSINA
La fundación de un municipio no fue acto mecánico o casual en la fecunda labor del doctor Valentín Alsina desde la vida pública. Fue un municipalista dotado de principios muy hondamente arraigados en su concepción del gobierno local.
Poco antes de firmar el decreto de fundación del pueblo de Belgrano, en 1855, Alsina destacaba en el seno de la Cámara de Senadores Provincial, la característica negativa de los despotismos y su ataque preferente a la vida de la administración local. Sus principios municipalistas así expuestos en esa oportunidad, a poco de la caída de Rosas, recobraron actualidad durante posteriores y no tan lejanas restricciones de la libertad.
Rivadaviana su iniciación política, treinta años después tendrá que referirse como senador de la provincia a la ley del año 21, supresiva de los Cabildos, analizando, el estadista maduro, la organización de las Municipalidades de la Provincia de Buenos Aires en sesión del 7 de agosto de 1854.
«Excusado me parece -comienza diciendo- detenerme acerca de la necesidad y conveniencia del régimen municipal para cuyo restablecimiento dejó franca la puerta la ley del año 21, supresiva de los Cabildos. A este respecto, pues, sólo diré, someramente, que cualquiera percibe sin esfuerzo que las necesidades de una localidad se conocen y se remedian más fácil y prontamente por los vecinos de ella constituidos al efecto en autoridad por la ley y provistos por ella de los recursos competentes, que mediante la acción tardía e insegura del poder superior del Estado. Cualquiera percibe también que la práctica de este régimen, una vez cimentado, importa un nuevo elemento de orden y de adelanto, como igualmente un nuevo vínculo que une más y más al vecino con el lugar especial de sus afecciones e intereses. Esta institución realza al vecino a sus propios ojos; le hace sentir su propia importancia, y le lleva a sacudir la apatía o indiferentismo hacia la cosa pública, llamándole y excitándole a trabajar por ella, y aun a figurar en su respectivo teatro. Esta institución, además, desde que crea unas pequeñas asambleas deliberantes, viene a constituir una escuela práctica, no solo del régimen administrativo, en cuanto habitúa poco a poco a los hombres al manejo de los negocios públicos, sino también del régimen parlamentario, en cuanto les habitúa al mismo tiempo a la discusión templada y organizada, y al uso fácil de la palabra. Ella, en fin, exonera a la autoridad general del Estado de una crecida multitud de pequeñeces, que absorben su tiempo y embarazan su acción, desde que vienen todas a reconcentrarse en ella.
«Aunque los inconvenientes de esa reconcentración administrativa son bien perceptibles y sabidos, creo, sin embargo, que quien haya estado en el centro de los negocios, podrá graduar mejor hasta dónde llega su abrumante peso. Permítaseme decir aquí que recuerdo cierta consulta que me dirigió un Juez de Paz del Norte, sobre si podría aplicarse a una obra pública, un gran palo que hacía tiempo estaba tendido y como abandonado en la plaza del pueblo. De esto había y hay mucho; y cada menudencia de éstas demanda chasques y oficios. ¿Cómo es posible que un gobierno tenga así tiempo para contraerse a las altas y generales atenciones del país? Este sistema absorbente de concentración, que es tan útil en asuntos de política, como perjudicial en detalles de administración, se había fortificado más y más en 17 años, durante los cuales no había habido otra voluntad que la de un hombre, y se hallaba arraigado de tal modo en las ideas y en los hábitos del país, que la generalidad encontraba naturalísima la inmovilidad local, mientras no mediase el impulso directo de la autoridad suprema. Algo hice por corregir estas funestas ideas. Por febrero del año 52, a los pocos días de haber entrado a desempeñar un Ministerio, recibí de otro Juez de Paz de campaña, persona de respecto y criterio, que en el año anterior ha ocupado un asiento en la Legislatura, una nota, en la que con motivo de una suma de dinero colectada entre los vecinos para una obra pública, y que hacía largo tiempo estaba allí estancada, a causa de no haberse obtenido jamás una respuesta de Rosas, pedía permiso, en términos hasta humildes, para destinarla a su objeto. Asombrado yo de que en mi desgraciada patria hubiesen desaparecido así hasta las nociones más vulgares de administración y de bien público; asombrado de que, con timidez y cual si recelase ofender con ello al gobierno, pidiese un vecindario, como gracia, el permiso de disponer de lo suyo, contesté no meramente dándolo, sino felicitando a aquel pueblo y estimulándolo a actos idénticos, y aproveché la ocasión para emitir algunas ideas sobre la naturaleza y ventajas del gobierno local. Muy intencionalmente hice publicar mi nota. Así es que si no me equivoco, después de la caída de Rosas, he sido el primero en hacer resonar por la prensa las palabras, entonces nuevas, de Municipalidad y régimen municipal. El mismo sistema de excitar, de estimular, de verter nociones, observé en cuantas ocasiones se presentaron, haciendo siempre publicar mis notas. Ello es, señores, que como lo digo después en la Memoria que en Mayo presenté a la Sala, durante los ochenta días que aún continué en el Ministerio, un gran número de jueces de paz de campaña se dirigieron sucesivamente al gobierno, proponiendo el promover comisiones, suscripciones y asociaciones destinadas a erigir escuelas, templos, etc. Los jueces de paz entraron así en una especie de competencia fecunda que hubiera dado los más prósperos resultados, y facilitado inmensamente el pronto establecimiento del sistema municipal, si poco después la Providencia no hubiera enviado sobre nuestro suelo los dolorosos sucesos de junio, que imposibilitaron los ulteriores desarrollos del movimiento bienhechor que se había iniciado.
«En cuanto a la Municipalidad de la capital, no se ha hecho más en este proyecto que copiar, casi literalmente, la mayor parte del Decreto del 2 de septiembre de 1852. Ella se compone de un Consejo, en el que entran el presidente, el vicepresidente, tres visitadores, dos suplentes y un secretario, y de cinco comisiones, llamadas de seguridad, higiene, educación, obras públicas y hacienda.
«En fin, al Decreto del año 52 se ha agregado ahora un artículo, que la Comisión se hubiera complacido de no hallar en el proyecto.
«Tal es el que, sin necesidad ni utilidad, y contra la índole y esencia de esta institución, coloca a esta Municipalidad bajo la presidencia, y de consiguiente bajo la dirección del Ministerio de Gobierno. Pero a la Comisión le ha parecido que esta superflua disposición, que podrá reformarse en la revisación de esta ley, no merecía la pena de motivar la demora que traería el devolver el proyecto a la otra Cámara; especialmente cuando no puede decirse que ella aunque inútil, sea realmente perjudicial; pues siendo imposible que el Ministro ejerza por sí esa presidencia, ella vendrá a residir de hecho, en sólo el vicepresidente: de modo que la conferida al Ministro, debe ser reputada más bien como un mero título que como una función.
«Pero a este respecto hay que evitar un escollo; bien que esto me parece ser materia no tanto de principios, cuanto de buen sentido práctico, y de tacto gubernativo; es decir, no exagerar esa acción de las autoridades supremas porque si bien es cierto que la excesiva independencia local sería nociva al bien general del Estado, causando en la rotación de su mecanismo administrativo muy serias perturbaciones, no lo es menos que la demasiada intervención de los poderes centrales, acabará por anonadar la independencia local y con ella la acción libre y el estímulo de sus autoridades especiales.
«Algo más; a mi juicio tampoco debemos esperar que el régimen municipal produzca prontamente en nuestros campos, ni la tercera parte quizá de los beneficios que la generalidad aguarda de él, o de los que en otros países produce. ¡Ojalá que así no suceda! pero bueno es recelarlo para no sorprenderse, si sucediera, para no desanimarse por ello, y para no atribuirlo a la institución misma. No: eso nacería de la eficacia de causas más poderosas que ella; porque a las dificultades que dejo apuntadas, hay que agregar otra especialísima, y que es casi peculiar a nuestra tierra. Ella consiste, no tanto en que nuestra población sea escasa, pues ese mal nos es común con otros muchos pueblos de América, cuanto en que esa población escasa se halla tan espantosamente diseminada en una vastísima extensión de territorio: diseminación, cuya principal causa está en esa industria ganadera, en esa estancia, que si es utilísima bajo los respectos morales es funestísima a este país. Ella demanda esencialmente la separación mutua de los establecimientos, y de consiguiente el aislamiento de las familias y de los individuos; y en tal orden de cosas, la educación, la administración de justicia, la sociabilidad, el buen gobierno, son extremadamente difíciles. Esta dificultad es bien seria, y en todo y para todo hemos de tropezar con ella. Por eso nuestras leyes y nuestras instituciones, que en algo se relacionen con la campaña, deben siempre tender a disminuir aquel inconveniente; por eso también convendría una nueva división territorial.
«Señores senadores, población corta, dispersada en desiertos, y régimen municipal, eso es una especie de contrasentido. Ese régimen requiere necesariamente y presupone la existencia de masas de familias más o menos fijas; más o menos agrupadas en pequeñas superficies. En Estados Unidos cada distrito municipal ocupará término medio, siete leguas solamente; y todo el territorio de la Francia, repartido igualmente entre todas sus comunas o últimas circunscripciones municipales, apenas daría a cada una tres cuartos de legua. Y nosotros con distritos, especialmente en el Sud, de 50, 80 y aún 100 leguas, ¡y leguas tan escasas de hombres!
«Pero sin embargo, y concluiré ya, pues he abusado demasiado de la deferencia de la Cámara, no debemos desmayar; empecemos por algo, repito. Aunque este régimen no produzca por ahora en nuestros campos todos los bienes que serían apetecibles, producirá muchos particularmente en los pueblos; y los irá produciendo mayores, aun en los campos, a medida que se vaya debilitando el vigor del inconveniente indicado. Esto sucederá cuando la legislación económica y agraria del país conspiren a la subdivisión de las grandes propiedades territoriales; cuando la inmigración empiece a henchir nuestros espacios; cuando se levanten nuevos pueblos; nuevos centros de atracción; cuando demos la mayor importancia posible a algunos siquiera de los pueblos actuales, a lo cual también tendía la idea de Municipalidades y Jefaturas departamentales; cuando se dé todo impulso y crecimiento a la labranza, que tanto vincula al hombre con el suelo; y cuando, como felizmente ha empezado ya a hacerse, se introduzcan y propaguen otras industrias, como la merinil, más sedentarias, más reconcentrativas, cuya fuerza centrípeta neutralice esa fuerza centrífuga inherente a la estancia, y que produce necesariamente la dispersión y aislamiento de los hombres. Entonces señores, el régimen municipal, no sólo sería fácilmente practicable, sino que producirá una copia mayor de resultados felices. Entre tanto, demos con decisión el primer paso hacia ese futuro más o menos cercano; démoslo con la íntima conciencia de que vamos a hacer algún bien por lo menos, aunque no por eso sea prudente el halagarnos hoy con esperanzas exageradas; pues legislamos para un país sujeto a condiciones tan especiales, que a veces parece fallar en el los cálculos más sensatos, falsificarse las teorías más brillantes, y venir las tristes realidades de la práctica a presentar un cruel desmentido de la sublimidad de las doctrinas. He dicho»
DECRETO ERIGIENDO AL PUEBLO DE BELGRANO EN PARTIDO JUDICIAL DE CAMPAÑA
Registro Oficial de Buenos Aires (1856). Edición 1875. Departamento de Gobierno. Baires, Diciembre 3 de 1856. Teniendo en consideración el Gobierno, que el rápido incremento que toma día a día el nuevo pueblo de Belgrano hace necesario crear para él las autoridades que atiendan inmediatamente a su fomento y desarrollo, no menos que a la custodia del orden y seguridad individual, desde que la población con que ya cuenta, no puede por otra parte ser debidamente atendida por los alcaldes y tenientes de los Partidos de San Isidro y San José de Flores, en cuyos distritos está comprendido aquel pueblo y su ejido, y los jueces de Paz de dichos Partidos se hallan a una distancia desproporcionada de ese centro de población, ha acordado y decreta en virtud de lo manifestado por el Juez de Paz de San Isidro, pedido por la Comisión de «Belgrano» e informado por el Departamento Topográfico y sin perjuicio de lo que disponga la Legislatura a la cual se dará cuenta de este decreto.
Art. 1°. Queda erigido el pueblo de Belgrano en Partido Judicial de campaña, bajo el mismo nombre, asignándosele como área para su distrito los límites siguientes: Al Nordeste el Río de la Plata, desde el arroyo Maldonado hasta línea que forma uniéndose con el mismo terreno el camino limitado al N.O. por la chacra de Don Guillermo White, cuyo camino será también su límite a dicho rumbo Nordeste, al S. Oeste este mismo camino, prolongándose hasta encontrar la casa Bojorge y de allí continuará la misma el camino que pasa por el puente construido sobre el arroyo Maldonado cerca de la Chacarita, hasta encontrar la quinta llamada del Ministro Inglés. Desde ésta, el límite del Juzgado se marca por el camino que corre hasta la quinta de Escurra, con el nombre de «Camino de Abajo», hasta encontrar el camino de Palermo y desde allí continuando hasta el río, quedando por lo tanto la casa de Palermo en el distrito del pueblo de Belgrano.
2° Hágase saber a los Jueces de Paz de San Isidro y San José de Flores a fin de que… etc.
3° La Comisión encargada de la formación del Pueblo de Belgrano, procederá a disponer se verifique en el nuevo Partido la elección de Municipales y suplentes con arreglo a la ley de la materia, señalando al efecto el domingo 21 del corriente y dando cuenta del resultado para ordenar lo que corresponde en orden al nombramiento de J. de Paz, Alcaldes, y Tenientes de Partido.
4° Comuníquese, etc. Obligado, D. Vélez Sarsfield.
RECTIFICACION DEL DECRETO DE FECHA 3 DE DICIEMBRE DE 1856 ERIGIENDO EL PUEBLO DE BELGRANO EN PARTIDO JUDICIAL DE CAMPAÑA
AVISO DEL MINISTERIO DE GOBIERNO. Por orden superior se previene que, habiéndose padecido un error en la nueva publicación que, del decreto fecha 3 de este mes, erigiendo el pueblo de Belgrano en Partido Judicial de Campaña, se hizo en «El Orden» del 5 del mismo, núm. 402; el límite al N.O. de dicho partido será el que se le asigna en la primera publicación hecha en «El Orden» de 4 del corriente, núm. 401. Buenos Aires, Dic. 15 de 1856.
Nota: La primera publicación a que se refiere el aviso dice así; al IN.E. el río de la Plata, desde el arroyo de Maldonado hasta la línea que forma, uniéndose con el mismo terreno el camino limitado al N. O. por la chacra de D. Guillermo White, cuyo camino será también su límite a dicho rumbo N. E. (Registro Oficial).
Leyes y Decretos promulgados en la P. de B. Aires de 1810 a 1876. Recopilados LEY
DEL 7 DE AGOSTO DE 1857 CONFIRMANDO EL DECRETO DEL 3 DE DICIEMBRE DE 1856
El Presidente de la Cámara de Representantes al Poder Ejecutivo del Estado. Baires Agosto 4 de 1857. El infrascripto tiene el honor de transcribir a V. E. a los efectos consiguientes la ley que con fecha de anoche han tenido a bien sancionar las Cámaras.
El Senado y Cámara de Representantes del Estado de Buenos Aires reunidos en asamblea general han sancionado con valor y fuerza de ley lo siguiente:
Art. 1° Téngase por ley del Estado el decreto de fecha 3/12 de 1856 espedido por el Poder Ejecutivo creando un Juzgado de Paz en el nuevo pueblo de Belgrano.
Art. 2º El pueblo de Belgrano para las elecciones de Senadores y Representantes queda comprendido en la 23 sección electoral de campaña que determina la ley del 6 de junio de 1832.
Art. 3º Comuníquese al Poder Ejecutivo. Dios guarde a V. E. muchos años. José M. Gutiérrez, secretario.
Agosto 7 de 1857. Cúmplase, acúsese recibo, comuníquese a quienes corresponda y publíquese. Rúbrica de S. E. Barros Pazos.
(Edición del Registro, 1857).
RESOLUCION RECAÍDA EN EL EXPEDIENTE INICIADO POR LA MUNICIPALIDAD DE BELGRANO PIDIENDO EL AUMENTO DE LA TRAZA DEL PUEBLO
Baires, Diciembre 28 de 1866. Visto el espediente y lo expuesto por el Juez de Paz autorizase a la Municipalidad de Belgrano para prolongar la traza del Pueblo, en la forma en que se proyecta en el plano número 2, sujetándose por lo que respecta a la distribución de solares de las manzanas agregadas, a las disposiciones vigentes sobre la materia.
Comuníquese a quienes corresponda, insértese en el Registro Oficial y publíquese. Alsina. N. Avellaneda.
(Se respeta la ortografía originaria.)
A LOS VEINTE AÑOS
El 12 de julio de 1875, el vicepresidente 19 de la Honorable Cámara de Diputados, don Francisco Uriburu (padre), diputado por Salta, expresa: Se nos llama poetas, ilusos, utopistas, porque creemos posible hacer una ciudad. ¡Cómo nos hubieran llamado esos incrédulos, si el día antes de la caída de Rosas les hubiéramos dicho: «Este pueblo esclavo será mañana libre!» Y antes de veinte años estos ranchos que forman el Rosario se convertirán en una grande ciudad de cuarenta mil almas. En el Chaco desierto de Santa Fe, se levantarán treinta y nueve colonias florecientes que den cada año cuatro millones de fuertes en cereales. Buenos Aires tendrá trescientas mil almas. EN ESTE SITIO DESIERTO, SE LEVANTARA UNA CIUDAD DE PALACIOS QUE SE LLAMARA «BELGRANO»
Cuando estas palabras se pronuncian en la antigua Sala de Sesiones del Congreso Nacional, erigiendo al pueblo de «Belgrano» en uno de los más altos exponentes del progreso argentino, han transcurrido apenas veinte años de la fundación. El gran retrato del doctor Valentín Alsina sobre el dosel de la Presidencia, permite así asistir espiritualmente a aquellas manifestaciones, al Ex Ministro de Gobierno fundador de la ya floreciente población bonaerense.
BELGRANO, CIUDAD
Es enero de 1883. El júbilo invade al pueblo que hace dos años alcanzó la jerarquía histórica de Capital de la República. La calle 25 de Mayo se ilumina en tanto se echan a vuelo las campanas de la iglesia que el arquitecto Juan Buschiazzo hizo singularmente elegante y los esfuerzos del cura Carranza de materialización posible sin espera de milagro. Las hermosas y habitualmente umbrosas calles adoquinadas están invadidas de agitación cordial; florecidos sus jardines en plenitud de verano, y hay fiesta en sus residencias reactivada su habitual vida social. El reñidero de la calle Lavalle, pasando el mercado, está repleto de gente del bajo y algunos doctores de Buenos Aires que asisten a las lides, en tanto confraternizan las distintas clases sociales en el punto de contacto que las vincula en su pasión por las carreras de caballos de la calle San Lorenzo, actual Crámer. Del ferrocarril del Norte viene hacia 25 de Mayo una bulliciosa caravana. El Pueblo de Belgrano está desmintiendo categóricamente con su contagiosa animación la imputación irónica de «cementerio inglés» con que se le reprocha su habitual flema, que es más bien circunspección de señorío.
¿Qué ocurre? Se está celebrando el decreto que firman Rocha y D’Amico declarando ciudad a la villa linajuda, excedida ya en méritos para la consagración ciudadana.
DECLARACION DE CIUDAD
Departamento de Gobierno. Baires Enero 3 de 1883. Habiendo solicitado la Municipalidad de Belgrano que el Pueblo de este nombre sea declarado Ciudad y habiendo probado que su población, las rentas que produce y los elementos que dispone, son iguales a las otras ciudades de la Provincia el Poder Ejecutivo ha acordado y
DECRETA
Art. 1° Declárase Ciudad al pueblo de Belgrano.
Art. 2º Las ventajas y prerrogativas que acuerdan las disposiciones vigentes a las ciudades, se aplicarán en adelante a la de Belgrano.
Art. 3º Comuníquese, etc. ROCHA, Carlos D’Amico.
EL PRIMER PROPIETARIO EN ZONA DE BELGRANO (1580): MIGUEL DEL CORRO
En su calidad de vecino fundador de la ciudad de la Santísima Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, el repoblador Miguel Del Corro, de afincación definitiva y frecuente función pública, recibió el 24 de octubre de 1580, una chacra en el Gran Paraná a la altura de la actual estación Belgrano (C), de 350 varas de frente por una legua de fondo. Fueron sus vecinos laterales inmediatos don Francisco Bernal y don Bernabé Veneciano, con igual adjudicación de tierras. La minuciosa relación del reparto de chacras permite verificar la exacta ubicación belgranense de estas tierras.
Del Corro recibió además una estancia en el valle de Santana (actual partido de Magdalena) de 3.000 varas por una legua de longitud y dos años después la encomienda del cacique Llemeque.
Es ya conocido que poseía el solar urbano comprendido por las actuales calles Sarmiento, Libertad, Corrientes y Cerrito.
Es frecuente la mención de este repoblador en los libros capitulares, que lo ponen de manifiesto como uno de los vecinos de mayor significación y en ocasiones asumiendo ardorosa defensa de las facultades del Cabildo. Fue regidor de tercer voto en 1589. Sostuvo en 1606 la incompatibilidad entre oficial real y el desempeño de una alcaldía. El 1º de enero de 1607 fue nombrado alcalde de la Santa Hermandad. En 1609 actuó notablemente como procurador de la ciudad. Em 1610 regidor de quinto voto; en 1611, reelegido alcalde de la Hermandad; en 1613 y 1617, nuevamente regidor, propiciando el rechazo de los letrados que aspiraban a radicarse en la localidad por estimar que venían «con ánimo de que haya pleitos para ganar plata» y que había experiencia de que con ellos «no faltan pleitos, trampas y marañas y otras disenciones»
Opuso su protesta en alguna ocasión a la venta de ciertos oficios negándose a la recepción de sus compradores. Nació en 1561 en Asunción y murió en 1628, a los 67 años de edad, dictando al escribano de la Pobeda el testamento que se reproduce en otra parte.
El campo o chacra del «Gran Paraná» que recibiera en la circunstancia antecitada la vendió el 7 de enero de 1612 a su vecino Francisco Bernal.
FRAGMENTO DE LA VERSION PALEOGRÁFICA DEL TESTAMENTO DE MIGUEL DEL CORRO1
/fs. 354/ En el nombre de Dios amen sepan quantos esta carta de testamento vieren que yo miguel del corro natural de la assumpcion probinça del paraguay hijo lejitimo de thomas fernandez natural de los reynos de españa = y de Catalina
su madre = otorgo por esta carta que hago y hordeno este mi
testamento atento a estar enfermo en vna cama de la enfermedad q Dios nuestro señor a sido seruido de darme crehiendo como creo en el misterio de la santisima Trinidad Padre hixo y espiritu santo tres personas y vn solo Dios verdadero y en todo aquello que crehe y tiene la santa madre yglesia romana so cuya dispusicion piensso viuir y morir y deseando que mi anima se ssalbe hordeno este mi testamento en la forma y manera ssiguiente
- Primeramente encomiendo mi alma a Dios nuestro señor que la crio y rredemio por su presiosisima sangre y el cuerpo a la tierra della fue formado..
- ytem mando que quando la voluntad de Dios nuestro señor fuere servido de llebarme desta presente vida mi cuerpo ssea sepultado en la iglesia mayor desta ciudad en la sepultura que tengo en ella y mandaren mis albaçeas y me acompañen el cura y sacristan con la Cruz baxa…
- ytem mando que el dia de my entierro si fuere ora o sino el siguiente dia se me diga vna missa = digo quatro missas reçadas /fs. 354 vuelto/y las demas que a mis albazeas pareciera conforme a mi pobreça y sse pague la limosna acostum brada de mis vienes..
- ytem mando a las mandas forçossas a cada va dos reales con que las aparto de mis vienes..
- ytem declaro que yo fuy cassado ssegum horden de la santa madre yglessia dos beçes en esta ciudad la va = y la otra en la ciudad de santa fee y la primera bez fue maria lopez de la qual tube dos hixos. hijo e hija nombrados agustin del corro. y maria de aguilera la qual es cassada con pedro de payba vecino desta ciudad y quando casse con la susso dicha no traxo vienes.
1 El Buenos Aires de antaño, por Luis Cánepa, 1936.
LOS PRIMEROS PROPIETARIOS DEL NUEVO PUEBLO
Los vecinos fundadores y primeros propietarios del municipio de Belgrano fueron Enrique Solanet, Guillermo Thompson y Margarita B. de Powell, quienes recibieron sus títulos de propiedad en Belgrano el 20 de julio de 1857.
El gobernante fundador Dr. Valentín Alsina escrituró a su nombre los solares 13, 14, 15 y 16 de la manzana L del plano oficial ubicada entre 25 de Mayo, Río Bamba, Paraná y Necochea.
Fueron propietarias fundadoras las señoras Irene Rodríguez de Montes de Oca, Enrique A. de White, Damacia Barragán de Astengo, Rudecinda Echanagucía, Mariana Freyer de Gowland, Petrona Escobedo de Pelliza y otras. Entre los caballeros fundadores les fueron otorgados títulos a Manuel Ocampo, Variano Fragueiro, Emilio Agrelo, Ricardo Newton, Enrique Mullan, Mariano Gache, Carlos Buschiazo, Pedro y Roque Petrochi, Aurelio López, Bernardo Romero, Carlos Kurth, Cipriano Calvo, Manuel Boicheo, Julio Pilvilain, Bartolo Costa, Federico Miró, Francisco Romero, Roberto Hempelt, Lino Palacio, Manuel López de Salcedo y otros.
LOS VECINOS MÁS ANTIGUOS
Domingo Romero y Laureano J. Oliver fueron de los primeros presidentes de la Municipalidad y con Cardoso, Tobal, Corvalán, Mom y Miró, de los primeros pobladores.
Antes de 1870 ya eran familias de antigüedad y prestigio las de Agrelo, Atucha, Sastre, Castro, Calvo, Llambi, Iturraspe Y Newton.
Según Bilbao los que podían reputarse como antiguos vecinos de Belgrano en 1902, incluyendo solamente a los que tenían más de 15 años de residencia, eran los siguientes:
Valentin Alsina, Bernardo de Iturraspe, Francisco Chas, Mariano Billinghurst, Rafael Corvalán, Octavio Olascoaga, Enrique Caprile, Eduardo Esteves, Nicolás Anchorena, Florencio Nuñez que fuera brillante intendente, Jorge Atucha; Emilio Bunge, Juan Martin Estrada, José Morillo, José María Jurado, Luis C. Balcarce, Antonio Lambí, Nicolás Jurado, Santiago Luro, Bruno Quintana, Gustavo Napp, Julio Calvo, Joaquín Sánchez, Manuel Bilbao, Emilio Agrelo, Francisco Seeber, Lucio V. Mansilla, Adolfo Saldías, Luis Gowland, Manuel Piera, Manuel Pérez del Cerro, Rafael Hernández, Cayetano Pezzi, Ezequial Paz, Antonio Tarassi, Benjamín Calvete, Arturo Carranza, Emilio Nouguier, Julio Fonrouge, Antonio, Storni, Lisandro Billinghurst, José M. Sagasta Isla, Nicolás Bowers, Federico Kruls, Joaquin Crespo, José Hernández, Policarpo Mom, Juan B. Médici, Manuel Basavilbaso, Rodolfo Newbery, Antonio Matti, Mauro Matti, José Francisco López, Alejandro Caride, Juan Bautista Corti, Mariano Gache, José Miguel Arredondo, Emilio Caillou, Dardo Rocha, Paulino Llambi Campbell, Jorge Beazley, Guillermo White, Alberto Arriola, Cipriano Calvo, Joaquín Aldecoa, Ramón Sarda, Antonio Etchegaray, Mariano Gradín, Lucas González, Rafael Demaría, Blas Pico, Octavio Pico, Dionisio Ponsati, Franklin Carlos Livingston, Sinforoso Molina, José Sánchez Bustamante, Januario Escobedo, Carlos Sidders, Ernesto Tornquist, J. Llambi, Fernando Guerrico, Juan Podesta, Gustavo Brewer, Carlos Varangot, Juan Mendoza, Adolfo J. Pueyrredón, José Tosso, Federico Carranza, Angel Carranza Mármol, Juan Llerena, G. C. Dickinson, Juan Buschiazzo, José Bozzano, Antonio Rocha, Juan Abella, Federico Cibils y otros.
LAS PRIMERAS ELECCIONES MUNICIPALES
El 21 de diciembre de 1856 se realizan en Belgrano las elecciones de munícipaless designándose a Domingo Romero, Diego White, José Borches, Aurelio López y Santiago Tobal para formar la primera Municipalidad, Estaban presentes en la lista triunfante, que no consta haya tenido oposición, los miembros de la comisión encargada de la fundación del pueblo. El cuerpo se instaló el 19 de enero de 1857 y el gobierno de la Provincia designó primer juez de paz y presidente de la Municipalidad de Belgrano a Santiago Tobal, quien se excusó y fue reemplazado pocos días después por Domingo Romero. La secretaría estaba a cargo de Luis Borches.
1 Bilbao, Manuel, Buenos Aires, desde su fundación hasta nuestros dias, 1902.
LAS BARRANCAS
Antes de la fundación de Belgrano su actual paseo de la barranca era un gran terreno abandonado al pacer de los animales, en toda la extensión en que no lo ocupaban las instalaciones de la calera y tres o cuatro ombúes, luego seculares.
Al incrementarse la población y construirse frente a ese gran potrero las primeras casonas, instaláronse en el paraje, seguras del porvenir del nuevo pueblo y aspirando a vivienda con vista al río, las familias de don Jorge Atucha, el hacendado introductor de los primeros merinos en el país; del doctor Emilio Agrelo, prestigioso hombre público y fiscal en el proceso a Rosas; de la señora Elena Ramírez de Castro, distinguida dama, madre de doña Aurora Castro de Justo y abuela del doctor Juan B. Justo; de don Bernardino Iturraspe; de doña Angela R. de Newton, digna matrona; de los Goni; de don Juan Antonio Agrelo, y los Llambi, todas ellas tradicionales familias porteñas.
A poco de fundado el pueblo manifestose el anhelo de que aquel paraje se convirtiese en paseo público, pero las estrecheces de las finanzas municipales no sólo venían postergando la realización del propósito de urbanización y mejoramiento estético, sino que aquellas mismas circunstancias de apremio creaban el riesgo de que esas tierras pasaran al dominio privado.
Estuvieron pues al borde de frustrarse las tradicionales barrancas de Belgrano en las que tantas generaciones posteriores alegraron su infancia, recorriendo sus jardines, jugando en el único césped capitalino expresamente autorizado al libre uso infantil, con pleno goce de espacio verde y deleitándose con la particular observación de los gigantescos ombúes, escuchando los conciertos de los viernes por la noche y las bandas militares en las tardes. Brindáronsenos jornadas dominicales inolvidables, hasta por el accidente geográfico creador de emoción inusitada por el ascenso y descenso de las empinadas barrancas, jugueteando con la ley de gravedad.
¿Cómo se salvaron las Barrancas? Lo revela un documento hasta ahora inédito del año 1871 llegado a nuestras manos por gentileza de don Daniel Marcos Agrelo, nieto del doctor Emilio A. Agrelo, a don Ismael Iñigo Carrera, quien nos lo ha facilitado a efectos de su reproducción y conocimiento público.
La documentación pone en evidencia que aquellos primeros pobladores del Pueblo de Belgrano, practicaban la buena vecindad con un alto sentido de bien público y real disposición de esfuerzos económicos, impulsados por inspiraciones superiores de progreso colectivo. En efecto, Buenos Aires debe a la generosidad de unos pocos vecinos de la Barranca el disfrute del hermoso paseo que por gesto que documentamos en decisión vecinal de 1871, se mantuvo como bien comunal.
Expresan los documentos de referencia:
«Belgrano, junio 10 de 1871.
«Señores de la Municipalidad de Belgrano:
«Los vecinos que suscriben tienen el honor de dirigirse a esa distinguida Corporación para manifestarle que estamos dispuestos a cumplir la resolución de fecha 3 de enero de 1868 relativa a los terrenos de la barranca, esperan se digne la Municipalidad concederles y otorgarles el boleto respectivo en que conste la extensión de frente y fondo del terreno que les corresponde con sujeción a lo acordado en aquella resolución, así como disponer la consignación del precio que deberá abonarse, a fin de ocurrir al Superior Gobierno para que se nos otorgue la respectiva escritura en el Registro de la Escribanía de Gobierno.
«Hemos esperado hasta hoy, dando lugar a que la Municipalidad que se preocupa tanto del progreso de esta localidad realizase los propósitos que siempre ha tenido de destinar el terreno de las barrancas para paseo público. Nos consta ahora que ya se ha decidido llevar a cabo aquel pensamiento y que el paseo será dentro de muy poco una realidad.
«Pero aunque este hecho nos garante por ahora que la traza del pueblo sobre las barrancas será respetada, tal vez en adelante puedan venir exigencias de otras municipalidades que pretendan cambiar aquella, con perjuicio de muchos derechos adquiridos.
«Es por esto señores municipales que solicitamos la escrituración de estos terrenos que forman el frente de nuestra propiedad; no para disponer nosotros de ellos, puesto que serán transformados en un paseo público, sino para tener la garantía y seguridad de que siempre serán destinados al uso público, en vez de pasar a la propiedad de individuos privados, que vendrían a colocar sus casas delante de las nuestras, quitándonos el frente al río, que fue la condición con que nos hicimos vecinos de este precioso pueblo.
«Dígnense pues los señores municipales proveer de conformidad con lo cual se consultan los intereses del Municipio, y nuestros derechos adquiridos.
«Dios guarde a los señores municipales».
(Firmado): Emilio A. Agrelo, Jorge Atucha, Bernardo Iturraspe, Elena Ramírez de Castro, Angela R. de Newton, M. Goni, Juan Antonio Agrelo, Antonino C. Llambí (por su señora madre).
«En cumplimiento del acuerdo que se registra a fojas 33 vuelta del acta de 23 de junio del corriente pase al señor Zuviría para que dictamine lo que tenga por más conveniente.
«Belgrano, junio 30 de 1871. (Firmado): Policarpo Mom. Félix María Calvo, secretario»
El otro documento, firmado por el tesorero de la Municipalidad, es el recibo tipo – en este caso entregado al doctor Emilio
A. Agrelo -que les extendieran a los mencionados vecinos al darse cima al trámite de asegurar para la población las Barrancas como paseo público.
«Tesorería Municipal de Belgrano, agosto de 1871.
«Se ha recibido del señor doctor don Emilio A. Agrelo, la suma de Cinco mil pesos moneda corriente, siendo el importe de doscientos pesos m /cte. por cada vara de terreno de frente, destinados al parque proyectado en las barrancas de dicho pueblo, y correspondiente a sus proporciones. Son $ 5.000 m/cte.
Son 25 varas a $ 200.- $ 5.000″
Surge de la lectura del documento precedente que las aportaciones efectuadas por los vecinos propiciantes de la rápida ejecución del paseo de las Barrancas, eran contribuciones destinadas expresamente al parque proyectado. El recibo tipo que hemos transcripto es inequívoco al respecto: los vecinos no sólo se aseguraban el cumplimiento de la decisión municipal de crear el paseo, sino que ponían a salvo de enajenación los terrenos respectivos, entregando a la Municipalidad los recursos necesarios evitando riesgosos aplazamientos en los que se diluyera la obra de bien público. O, lo que habría sido peor, una irreparable venta de urgencia.
Construído el parque, bien pronto el pintoresco lugar, naturalmente dotado de singular belleza, se constituyó en punto de atracción de las familias de la zona y aun de preferida concurrencia para la población de la Capital en general.
Existieron allí, durante mucho tiempo, en Juramento y Once de Septiembre, instalaciones de baños públicos, con piletas artísticas y atención tan esmerada que los hacían preferidos por verdaderas caravanas infantiles y juveniles, entre las que concurría con marcada regularidad, en tranvía reservado al efecto, más de una institución benefactora y algunos institutos educacionales1
Era un simpático lugar de reunión matinal en el que no faltaba una confitería, por aquel entonces negocio factible en las Barrancas.
Separados los caballeros de las damas había dos piletas con sus respectivos trampolines, a cielo abierto, tapia de madera y toldo corredizo, por si la fronda excepcional no hubiese dado suficiente protección de los rayos del sol a los concurrentes.
Los ombúes han ido desapareciendo con la tristeza que es de imaginar en cada baja y extraordinaria pena al ser vencido poco antes de 1930 el muy querido y legendario ubicado a la altura de la calle Sucre.
1 Ricardo Hogg en La Prensa del 27 de marzo de 1949 refiere cómo Mr. Gnik, tenedor de libros de la estación de tranvías ubicada en Santa Fe y Centro América (hoy Pueyrredón), al propio tiempo que profesor en el High School, «fletaba» por su cuenta un tranvía y trasladaba a los muchachos para enseñarles a nadar, provisto de un gigantesco salvavidas, diciendo cada vez que daba lecciones «Soy el más ferviente creyente que es más fácil enseñar que aprender cosas diflciles» pues el buen sajón, que no obstante su aspecto de malo era cariñoso con la juventud, no sabía nadar y con esa frase creía justificarse.
Don Florencio Núñez, a quien se llamaba el Don Torcuato de Belgrano, contribuyó desde la presidencia de la Municipalidad a mantener en las mejores condiciones el paseo de las Barrancas con el beneplácito de las familias que le prestaban su más amplia colaboración.
Allí tuvo emplazamiento el primer busto al general Belgrano aceptable para el vecindario pues uno anterior ubicado en 1879 en la plaza principal fue derribado a lazo por no estimárselo digno del prócer, hazaña juvenil reinvindicatoria que se atribuye a un ilustre vecino que llegó a ser presidente de la República.
El busto de Belgrano existente en Once de Septiembre y Echeverría, es obra del escultor Fontana, y fue donado por don Antonio Santamaría e inaugurado el 28 de mayo de 1899. En cada fecha vinculada al almanaque nacional el lugar adquiere el carácter de templo por el fervor con que las delegaciones de los institutos educacionales y entidades del vecindario rinden su homenaje patriótico mediante la colocación de ofrendas florales. Ahora, el nuevo monumento de la plaza, en Juramento entre Obligado y Cuba, comparte el homenaje popular. En cuanto a los monumentos artísticos conocimos en las Barrancas antes que en el aula la obra célebre atribuída a Leocares, escultor griego del siglo IV a. C. y a quien se atribuye también la estatua de Apolo más famosa del mundo: el Apolo de Belvedere. El calco belgranense representa a Artemisa Cazadora o Diana de Versailles, cuyo original se encuentra en el Museo del Louvre, en París.
El magnífico mármol del padre Alberti obra de Correa Morales en un extremo de las Barrancas y la reproducción en pequeño de la estatua de la Libertad de Nueva York en el otro, cerca de Pampa, permiten durante el paseo trasladarse desde las jornadas de Mayo de 1810, hasta la Isla de Bedloe del presente, a la entrada del puerto de Nueva York, en alto la antorcha que sostiene el brazo de la libertad.
El viejo aljibe, la hermosa y amplia terraza a la que no debería estar vedada la vista del río, el retoño del pino de San Lorenzo en el centro de aquella, el quiosco de mil y un conciertos y no pocas arengas patrióticas y políticas, la rotonda de los enamorados bajo tupido follaje, los senderos empinados con piso de ladrillo, que el desgaste ha obligado a renovar cada medio siglo, son todos puntos de referencia de recuerdos emotivos comunes a todos los porteños, enmarcado el ámbito por la ex estación ferroviaria Alsina de vetusta construcción y la fila de casas de Once de Septiembre entre Echeverría y Sucre construídas en el siglo anterior, entre las que todavía subsisten la ex casa seccional municipal y la casona de los Atucha. En una de esas antiguas casonas de la calle Once de Septiembre frente a las Barrancas, pernoctó el ex rey Jorge V, siendo cadete naval, en oportunidad de la visita de un buque-escuela británico.
LOS TRANVÍAS
EL «TRANWAYCITO» DE BELGRANO
Antes de documentar la historia del servicio tranviario belgranense tenga el honor de la preferencia el «tranwaycito» colector de pasajeros para la Estación y distribución del pasaje de regreso. Sin excluir el viaje de turismo que encerraban las pocas cuadras de recorrido.
A lo largo de la calle Juramento, abriendo un trayecto de tradición en las costumbres de la zona, el «tranwaycito», tranvía a caballo, transportó durante muchos años a los vecinos belgranenses desde el centro del Pueblo, hasta los trenes del entonces denominado F. C. C. A.
Era el vehículo de todos en el diario viajar camino de las ocupaciones céntricas, en la ciudad. Desde las Barrancas del Bajo, hasta la intersección de Juramento y Vidal (entonces Lavalle y Suipacha) bajo el mando de los populares Natalio y Agustín, iba y venía, compitiendo con los trenes en el cumplimiento de los horarios y superándolos las más de las veces. como modesta respuesta criolla al empuje ferroviario inglés.
Pero no escapaba el «tranwaycito» a la satisfacción de las necesidades locales, y en las noches estudiantiles y bullangueras del «Café de la Punta Chica», de ‘La Confitería» y de las apacibles sombras del ombú de las Barrancas, recogía hasta el reposo hogareño el regocijo ya amanecido de la bulliciosa juventud de Belgrano con Jorge Newbery veinteañero por líder.
Así, aglomeraciones, trajines, diversiones y paseos hallaban adecuado transporte en el ‘tranwaycito’, gracias a la dedicación paciente y amable de sus conductores, que en muchas oportunidades superaban con su sola buena voluntad las deficiencias bastantes graves del servicio. Hasta los buenos jamelgos traccionantes del tranvía aportaban su reflejo rutinario, deteniéndose en las paradas sin necesidad de timbre. Estudiantes, empleados, funcionarios, trabajadores y profesionales reflejaban en sus viajes sobre el tranvía de Natalio y Agustín, todo el pulso existencial del Pueblo de Belgrano.
En los primeros tiempos el «tranwayeito» corría un solo coche. Más tarde, otro hacía el mismo servicio por la calle Rivadavia, actual Echeverría, siempre hasta San Lorenzo, actual Crámer, donde el lampiño Natalio, por tal motivo objeto de toleradas pullas – sin por eso dejar de ser el mayora más querido de todos los mayorales del mundo daba breve descanso a su tarea, esperando que ocupasen el vehículo los vecinos del barrio de Campana (actual Belgrano R) con alto porcentaje de familias inglesas, fundadas la mayor parte por ferroviarios administrativos del F. C. de Buenos Aires y Rosario, estación de «arriba», con los trenes a Campana.
Del «hombre grandote y bonachón», «querido por toda la muchachada y familiar a todas las niñas» , «con cara de niño Dios», que era Natalio, hablan con emocionado recuerdo las páginas evocativas del escritor Manuel G. Conforte, en su Belgrano Anecdótico publicadas hace treinta años y los dos libros de recuerdos de Ricardo Tarnassi, Belgrano de Antaño y Recordar es Vivir escritos hace cuatro décadas.
También el conductor, Agustín, es objeto de cariñosa recordación, dedicada toda su vida a guiar equinos en los carros, para poner luego su vejez al servicio del «tranwaycito» de caballos. Ambos servidores públicos, eran italianos y la sencillez de su vida sobre el tranvía, no tenía otras interrupciones que el «matar del tiempo» de mayoral y cochero, en la trastienda del «Almacén del Gallo» situado en Lavalle y Suipacha, o sea Juramento y Vidal.
Nuestros mayores hablaban de Natalio, de Belgrano, como de una institución.
EL PRIMER TRANVÍA A BELGRANO EN 1871
Fue «Buenos Aires y Belgrano» (concesión a los señores Billinghurst 1 y Compañía). El 14 de diciembre de 1871%, se resuelve llamar a licitación para establecer el primer tranvía a Belgrano. El documento expresa:
“En esta ciudad de Buenos Aires, á catorce de Diciembre de mil ochocientos setenta y uno.
«Su Excelencia el señor Gobernador de la Provincia, ciudadano don Emilio Castro, de cuyo conocimiento doy fe, hallándose en su sala de público despacho, por ante mi, el presente escribano Mayor de Gobierno, y testigos al final firmados, dijo:
*Que habiéndose presentado varias solicitudes para la construcción de un tranvía desde esta ciudad hasta el pueblo de Belgrano, el Gobierno, en el deseo de que la construcción de esta obra se llevase á cabo con las mayores garantías para el buen servicio público, estableciendo una competencia justa, acordó llamar a licitación debiendo los proponentes presentar sus propuestas cerradas al actuario, sujetándose á las condiciones establecidas en el presente aviso:
Aviso oficial. – Secretaría de Gobierno. Buenos Aires, Octubre 4 de 1871.
«Habiendo el Gobierno resuelto acordar la concesión de un tranvía de doble vía en la calle Santa Fe, siendo por ahora desde esta ciudad hasta el arroyo de Maldonado3, y debiendo continuar hasta el pueblo de Belgrano, siempre, que el Gobierno sea autorizado por la ley para permitirlo, se hace saber, de orden superior que las propuestas presentadas hasta esta fecha por diversos solicitantes, para la construcción de dicho tranvía no sean consideradas, y que se admite la presentación de nuevas propuestas, con el mismo objeto, siempre que se sujeten á las condiciones que se estipulan»
LOS TRANVÍAS DE LACROZE
Ya el 29 de diciembre de 1868 don Federico Lacroze se presentó al gobierno de la provincia para suscribir el contrato de la concesión que las cámaras le habían otorgado por ley del 22 de agosto de ese mismo año. Se trataba de establecer una línea de una extensión total de 60 cuadras. Debía arrancar de la calle Victoria, yendo por ésta desde 25 de Mayo (hoy parte de Balcarce) hasta Entre Ríos, por ésta hasta Rivadavia, por esta hasta Rioja, por Rioja desde Rivadavia hasta la Piedad, por ésta desde Rioja hasta Callao y luego por Cangallo, de Callao a 25 de Mayo, para, finalmente, correr por esta última hasta la calle de Victoria. Se establecía en la concesión que en verano se harían diariamente treinta viajes entre 25 de Mayo y el Once y otros tantos en el trayecto de vuelta. En invierno los viajes entre cada extremo de la línea se reducirían a veintiséis. La velocidad máxima de los coches quedaba limitada a 6 millas, o sean 72 cuadras por hora. No era mucho, ciertamente, y sin embargo el señor Lacroze tuvo que vencer enormes dificultades para obtener la concesión. Vecinos de prestigio grande, como Achával, Estrada, Basualdo, Anchorena, Muñiz, Mallo, Moreno, Barra, Escalada, Leguía, Lozano, Ferrero, Roverano, Larroque, Schmit, Sommer, Crámer, Ruiz, Marcó, Burnichon, Cañás, Bell, Fourcade, Perissé, Zamboni, etc., que vivían en las calles por donde debía pasar el tranvía, hicieron a la iniciativa del señor Lacroze una oposición extrema, considerando que esos vehículos entrañarían en todo caso un serio peligro. A esto se debió que, otorgada la concesión y tendida la primera vía, ordenase el gobierno que delante de cada coche, a unos treinta metros, fuese un hombre a caballo para anunciar en las bocacalles la llegada del temible tranvía. Esto ocurrió en el 1869.
1 Vecino de Belgrano.
2 Era precisamente la época en que espíritus progresistas encaraban la realización de empresas de bien público; tal el caso de la Sociedad Tranvías Once de Septiembre que fundada por los señores Vicente Collins, Manuel A. Crespo, Adolfo Harris, Ignacio Harris, Enrique Harris, Benito Larre, Aguedo Villalonga, Manuel Rodriguez, Agustin Méndez, Nicanor Méndez, Carlos Robertson, Guillermo G. Robertson, Enrique Simpson y Ricardo Cranwell, fue transferida en la totalidad de sus acciones a don Teófilo Méndez (22 de febrero de 1872)
3 Actual Av. Juan B. Justo.
EL FUNDADOR DE LAS EMPRESAS LACROZE
Merece recuerdo la persona que dio vida a la modesta empresa del año 1869, que con el andar del tiempo había de convertirse en compañía de amplio desarrollo. Que es también homenaje a su digna esposa, activa colaboradora en las dificiles empresas del propulsor tenaz que fue el señor Lacroze: Doña Ana Browne de Lacroze 1.
Nacido en 1838, don Federico Lacroze se inició como empleado en la casa Malnann, en la cual permaneció hasta cumplir veinte años. Marchó luego a Chivilcoy dedicándose al comercio y a la agricultura, y más tarde, después de un largo período de labor tenaz y fructífera, dueño ya de un capital, vino a Buenos Aires, comenzando a operar como barraquero.
Poco tiempo después de esto lanzaba la idea de crear la primera empresa de tranvías, que constituyó en la época ya cita-da, cuando don Emilio Castro era gobernador de la provincia.
Como lo hemos dicho al principio, hubo que luchar con abundantes obstáculos antes y después de la formación de la compañía, pero el espíritu noblemente tenaz del señor Lacroze, su energía y la confianza ilimitada que inspiraba, allanaron todas las dificultades, y la empresa tuvo una vida próspera, hasta que en 1889 fue transferida al Anglo-argentino en quinientas mil libras esterlinas. Al propio tiempo, el señor Lacroze fundaba el tranvía rural a vapor, inapreciable elemento de progreso de una extensa y rica zona de la provincia de Buenos Aires, y que se convirtiera luego en el Ferrocarril Central de Buenos Aires, empresa próspera, con no menos de 220 kilómetos de línea, entre Chacarita y Rojas y ramal de Zárate 2.
1 De la quinta de los Lacroze subsisten en Cabildo y Arredondo, junto a la estación de servicio del Automóvil Club Argentino, dos gomeros gigantescos que dieron lugar a un pleito y se salvaron con belgranense y porteño beneplácito.
2 De La Nación, suplemento del Centenario, 1910.
EL RURAL
En 1886 se autoriza el servicio de Lacroze de Buenos Aires que atraviesa Belgrano.
(Recorrido por las calles: Medrano, Corrientes, Colegiales hoy Federico Lacroze y Santa Fe hasta Saavedra). El 4 de febrero de 1886, se fijan las bases y condiciones para este servicio. El artículo primero decía:
«Don Federico Lacroze se compromete a construir una vía de tranvías para carga y pasajeros con sus cambios de vías y desvíos correspondientes, arrancando en doble vía del terreno destinado a estación general, lindando con la estación de Almagro por una calle sin nombre (hoy Medrano) hasta la de Corrientes y siguiendo ésta hasta la Chacarita, de cuyo punto seguirá en doble línea por uno de los costados de los Colegiales hasta la calle Santa Fe y seguirá por esta hasta el pueblo de Saavedra, terrenos conocido por chacra de White, de donde continuará en línea sencilla la vía general a San Martín, sin perjuicio de ligar también este punto con la Chacarita, que es la más recta, siguiendo hasta Villa Colón, pasando por Bella Vista, San Miguel, Pilar, Capilla del Señor, Giles, Carmen de Areco, Salto, Rojas y Villa Colón, comunicando la Capilla del Señor con Zárate y Campana, como también otra línea que partiendo de Giles pase por Villa de Luján, Marcos Paz, San Vicente y llegue hasta el dique número 1 del puerto de La Plata, y otra de Pilar a Giles directamente»
«El Rural» era un carromato pintado de verde, propenso a descarrilar. Su función progresista a lo largo de la calle 25 de Mayo (Cabildo) fué revolucionaria.
El 19 de julio de 1887 se establece la línea de la calle Corrientes, desde Centro América hasta la Chacarita.
El contrato de concesión de esta última ofrece algunos detalles interesantes. A título de curiosidad transcribiremos algunos de sus artículos:
En el artículo 7° don Federico Lacroze se obligaba por el presente contrato a hacer con las nuevas líneas de tranvías concedidas a la vez que el servicio general de pasajeros, el transporte de cadáveres hasta el enterratorio general de la Chacarita.
Por el artículo 8º el servicio fúnebre se dividirá en tres categorías, a las que corresponde un equipo especial que el concesionario deberá tener preparado, con aprobación y acuerdo de la Intendencia Municipal, antes de ser entregadas al servicio público las líneas que este contrato autoriza.
Los artículos siguientes establecen:
9° Los servicios de segunda y tercera clase tendrán un horario especial, que la Intendencia Municipal fijará oportunamente, teniendo en cuenta las necesidades del caso. En cuanto al servicio de primera clase, se hará en la forma que la empresa acuerde con los interesados.
10° En el servicio de tercera clase la empresa se compromete a transportar gratis los cadáveres procedentes de los hospitales, asilos de la ciudad, departamento de policía, etc., así como los de pobres de solemnidad, cuyo carácter se justifique ante la Intendencia Municipal.
11° Establécese como estación fúnebre la que existe en las calles de Corrientes y Bermejo 1, desde cuyo punto deberá partir el convoy.
El servicio fúnebre podrá, además, efectuarlo la empresa desde cualquier punto de las mismas líneas, sin estorbar en manera alguna la circulación establecida.
1 Después Jean Jaurés (1920)
TRANVIA ELECTRICO A BELGRANO EN 1896
He aquí la resolución autorizando al D. E. de la Municipalidad de Buenos Aires para formular las bases del llamado a licitación para la construcción de un tranvía eléctrico a Belgrano. Es de junio 8 de 1895.
Resolución:
Artículo 1° – El D. E. procederá por intermedio de la Oficina de Ingenieros Municipales á practicar los estudios necesarios para licitar la concesión de una línea de tranvías, que partiendo de la plaza de Mayo y siguiendo por las avenidas Paseo de Julio, Alvear y Buenos Aires, vaya hasta el hipódromo Nacional (Bel-grano) y su regreso al punto de partida; teniendo en cuenta que esa concesión no afecte los derechos adquiridos por otras empresas.
Artículo 2° – El sistema de tracción que deberá adoptarse podrá ser eléctrico, de cables continuados, ó a sangre.
Artículo 3° – El D. E. presentará para su aprobación al H.
Concejo, en las primeras sesiones del segundo período del co-riente año, los estudios mencionados y el pliego de condiciones para la licitación. Juan José M. Oca, Eugenio F. Soria.
Julio 15 de 1895. Por tanto: Cúmplase, comuníquese, é insértese en el D. M. Firmado: Bunge, Félix R. Pizarro.
BUENOS AIRES Y BELGRANO
Bases para la construcción de un tranvía eléctrico á Belgrano.
Octubre 21 de 1895. Resolución:
Artículo 1°- El D. E. sacará á licitación la concesión para el establecimiento de una línea de tranvías (á tracción eléctrica), con arreglo a las bases siguientes:
- Las propuestas, planos, memorias explicativas, etc., etc., se presentarán en la secretaría de la Intendencia Municipal, el 15 de Febrero á las 3 de la tarde.
- Pasada esa hora no se aceptarán más propuestas, levantándose un acta en la que conste las presentadas, acta que será subscrita por los interesados y autorizada por el escribano.
- A las propuestas deberán acompañarse los planos de los coches, tipos de rieles, como también una memoria explicativa del sistema, que podrá ser por cables aéreos, subterráneos ó acumuladores. En el caso de ser por cables aéreos, deberá especificarse con clardiad el sistema de soporte del cable, tipos de los postes, tensión máxima de la corriente, etc.
- El tranvía partirá de la bocacalle de Piedad y Paseo de Julio y seguirá por esta Avenida, las de Alvear y Vértiz (antes Buenos Aires) hasta la calle Juramento (antes Lavalle), en Belgrano, en donde doblará hasta la de 11 de Septiembre, seguirá por ésta hasta Olazábal (antes Necochea) y por ésta hasta Avenida Cramer (antes San Lorenzo) para tomar la de Pampa (antes Moreno), por donde bajará hasta la de Vértiz, para regresar. De la intersección de la Avenida de Vértiz y la calle 11 de Septiembre seguirá un ramal hasta la calle Blandengues (antes 39), pasando frente al hipódromo Nacional, siguiendo por la misma hasta la calle Republiquetas (antes Pollinini), de ésta á la Ave. nida Cabildo (antes Santa Fe), por ésta á la calle Monroe (antes Saavedra), por donde bajará 2 tomar de nuevo Blandengues, para regresar. Este ramal funcionará lo menos una vez por hora.
- Al entregar las propuestas los interesados acompañarán al mismo tiempo un título de depósito de 10.000 $ m/n. diez mil pesos moneda nacional en el Banco de la Nación y á la orden de la Municipalidad, que, en caso de aceptación, servirá de fianza para el estricto cumplimiento de las obligaciones que contrae, el que será devuelto si la propuesta no fuere aceptada. En caso de aceptación dicho título será devuelto cuando se haya librado la línea al servicio público.
- El interesado fijará en su propuesta el tiempo en que habrán de empezar los trabajos y el de su terminación, la tarifa de pasajeros y carga, que deba cobrar.
- Los trabajos deberán empezar dentro de los tres meses después de firmado el contrato, y la línea será librada al servicio público en toda su extensión dentro del año de empezados los trabajos, bajo la pena de mil pesos moneda nacional mensual de multa.
- Transcurrido un año después de la aplicación de la primera multa establecida en el artículo anterior sin que el concesionario hubiese cumplido con la condición establecida en el mismo, la Municipalidad declarará caduca la concesión, quedando á beneficio de la misma los materiales colocados en la vía pública.
- El concesionario está obligado á poner dos coches ó más si fuese necesario, de ida y vuelta, mañana y tarde, para conducción de obreros; para estos viajes regirá la mitad del precio de tarifa.
- La concesión será regida por las ordenanzas del 14 de Junio de 1886 y siguientes; y todas las que en adelante se dictaren.
- Además de lo especificado en el art. 15 de la ordenanza de 14 de Junio de 1886, la Municipalidad podrá utilizar para servicios públicos las vías en las horas fuera del servicio ordinario de conducción de pasajeros.
- La empresa otorgará pases libres á los empleados municipales que lo necesiten por razones del servicio.
- La concesión es por el término de noventa años, pasados los cuales las vías, materiales rodantes y demás existencias pasarán á ser de propiedad Municipal.
- La oficina de Obras Públicas al estudiar el proyecto presentado, hará todas aquellas observaciones que crea oportunas y las modificaciones ó alteraciones al sistema, que repute necesarias .
- La Municipalidad se reservará el derecho de aceptar aquella propuesta que á su juicio convenga más á los intereses públicos, ó el de rechazarlas todas.
Artículo 2°– Comuníquese, al D. E, con remisión de sus antecedentes. Loureyro, Eugenio F. Soria.
Modificación del inciso D de la ordenanza de Octubre 21 de 1895, sobre establecimiento de un tranvía eléctrico á Belgrano. Noviembre 29 de 1895. Resolución: D) El tranvía, partirá de la bocacalle Piedad y Paseo de Julio y seguirá por ésta, Avenida Alvear, hasta la antigua línea del ferrocarril del Oeste, Centro América, Las Heras, Santa Fe, calle Oro, Avenida Alvear, Avenida Vértiz (antes Buenos Aires) hasta la calle Juramento (antes Lavalle) en Belgrano. Loureiro, Eugenio F. Soria.
EL CONTRATO CON EL SR. CARLOS BRIGHT
(Tranvía Eléctrico «Buenos Aires y Belgrano»). El 30 de diciembre de 1896 se autorizó al D. E. Municipal a contratar directamente con el señor Carlos Bright, dejando sin efecto licitación pendiente.
EL CAMBIO DE TRACCIÓN Y MUNICIPALIZACIÓN PARA 1996
En noviembre 5 de 1897, se otorgó a la empresa de tranvías eléctricos una concesión por la que los tranvías pasarían a poder de la Municipalidad en 1996. No extrañe demasiado, ya que cincuenta años después la Municipalidad de Buenos Aires otorgaba concesiones de electricidad con alcance al año 2000.
Decía el contrato:
Artículo 1° – Concédese á la Empresa de tranvías Buenos Aires y Belgrano, el permiso que solicita para cambiar el sistema de tracción á sangre por el de fuerza eléctrica.
Artículo 2° – La Empresa presentará dentro del término de noventa días, los planos de las usinas, vías, cables, material rodante y demás instalaciones.
Artículo 3° – La Empresa deberá sujetarse á las siguientes condiciones:
- El sistema que empleará será llamado Thompson Houston, con todos los perfeccionamientos observados hasta la fecha, desde Belgrano hasta la calle Callao; y el de acumuladores ó por contacto subterráneo, desde Callao á la Plaza de Mayo.
- Deberán los rieles unirse perfectamente entre sí, de manera que ofrezcan prácticamente la menor resistencia posible á la corriente de vuelta del circuito, evitando los escapes á tierra.
- La tensión no pasará de quinientos volts, con una tolerancia de cincuenta volts más o menos.
- En las calles donde se emplee el sistema Thompson Houston, se usarán postes de hierro, colocados en el centro de la calle, debiendo su forma y posiciones ser fijados por el D. E.
- Deberán tomarse todas las medidas tendientes á evitar las corrientes derivadas y entrelazamientos que pudieran resultar por causa de inperfecta construcción, rupturas de cables ú otros accidentes.
- La Municipalidad intervendrá en la colocación de los dinamos, construcción de la vía, material rodante y demás instalacio. nes; no podrá habilitarse su servicio hasta tanto no se cumplan las condiciones de seguridad impuestas.
- Se otorga el permiso, materia de esta ordenanza, bajo la condición de que la Empresa del tranvía á Belgrano caducará á los 99 años, pasando en consecuencia á ser propiedad municipal todo el material rodante y demás existencias de la Empresa, con excepción de los edificios, que podrán ser adquiridos por valor de tasación.
- Las instalaciones deberán quedar terminadas y listas para ser entregadas al servicio público á los diez y ocho meses de la aprobación de los planos á que se refiere el art. 2º.
- La falta de cumplimiento á lo dispuesto en el inciso anterior, hará pasible de una multa mensual de mil pesos m/n., por cada mes de retardo.
Artículo 4º – La empresa colocará y mantendrá, durante el primer año de explotación y en las horas de servicio, treinta lámparas de arco voltáico de 2.000 bujías cada una, en esquinas alternadas de su recorrido, debiendo su ubicación ser fijada de acuerdo con el D. E. En el segundo año y en adelante este número de lámparas se elevará á cuarenta; servicio de alumbrado que la Empresa prestará gratuitamente. A cargo de la Compañía estará también la iluminación eléctrica gratuita de la Plaza de Belgrano, con 5 lámparas de 2.000 bujías cada una. La Empresa queda eximida de todo impuesto municipal relativo á usinas productoras de fuerza motriz ó luz eléctrica; mientras emplee la fuerza motriz únicamente para sus líneas y la iluminación de sus propias oficinas y de la pública á su cargo.
Artículo 5° – La obligación del artículo anterior, referente al servicio de lámparas eléctricas, se hará efectiva en el trayecto donde la Empresa emplee el sistema de cables.
Artículo 6° – La Empresa queda facultada para usar en todo el recorrido de sus líneas el sistema de acumuladores ó de cables subterráneos.
Artículo 7° – Si después de transcurridos 15 años, hubiera en el municipio establecidas otras líneas de tranvías servidas por electricidad y sin cables aéreos, que hubieran funcionado con éxito durante cinca años, la Empresa deberá, si así lo dispone la Municipalidad como medida general, quitar los cables y alambres aéreos, dentro de dos años, contados desde la fecha del aviso, en la parte del trayecto comprendido desde Santa Fe y Callao hasta Belgrano.
Artículo 8° – La Municipalidad otorga este permiso con sujeción á todo lo dispuesto en las ordenanzas vigentes y á las que en adelante se dictaren.
Artículo 9º – Comuníquese, etc. Loureyro, Eugenio F. Soria.
Noviembre 10 de 1897. Por tanto: Cúmplase, comuniquese é insértese en el D. M. Firmado: Alcobendas, F. J. Moreira.
EL «LOOP» DE LA MANZANA PRINCIPAL
Fue todo un acontecimiento edilicio la instalación de un «loop» en las calles Cabildo, Mendoza, Obligado y Juramento.
La obra fue seguida, rodeados los obreros por constante afluir de vecinos. La cabecera de servicio era ilusión de horario más conveniente, por mayor frecuencia. Es de recordar que durante muchos años los tranvías a Belgrano, cesaban su funcionamiento a las diez y media de la noche.
En octubre 3 de 1907, de acuerdo con los informes producidos por el Departamento de Obras Públicas autorizóse a la empresa recurrente para establecer el «loop» que proyectaba «debiendo celebrar con las compañías Lacroze de Buenos Aires y Eléctricos de Buenos Aires los arreglos requeridos al efecto». Firmaban la autorización Carlos Alvear y C. Saavedra Lamas.
El 5 de octubre de 1907, se notificaba por la Compañía de Tranvías Buenos Aires y Belgrano, el señor R. Potau, que posteriormente fuera durante más de treinta años el brazo derecho del gerente Pedriali en la dirección de la Cía. Anglo Argentina.
El señor Pedriali luego de su larga gestión, designado «comendador» por el Gobierno de su país de origen, Italia, buscó en él, descanso a su ancianidad. Nuestra gran capital, sin plan regulador, creció en muchas zonas, al dictado de la voluntad del señor Pedriali, en la autorización de prolongar determinadas líneas. Los rematadores hacían también de urbanistas, determinando de hecho, el desordenado crecimiento urbano. La ley del lucro prevaleció en los loteos, sin las previsiones necesarias, en interés edilicio. Así hizo Buenos Aires su desordenada extensión.
OTROS SERVICIOS PÚBLICOS
Las antiguas galeras y los servicios de mensajerías pasaron por Belgrano, sobre el Camino del Alto, hacia San Isidro, dos. de 1855. Tres veces por semana salían de Buenos Aires. Cos taba cinco pesos por legua y por persona. Con diez o doce caballos, algo parecidos a los ómnibus chicos, los vehículos que daban a veces en demora toda una noche, cuando no días ente ros, empantanados en la mitad del camino.
Antes, habíanse establecido viajes «en carreta», entonces importante servicio que inauguró con éxito una mujer empren. dedora: D3 María Sayas de Bengochea, con capital facilitado por la familia de Navarro Viola.
Era la época en que el río llegaba casi al pie de las barrancas, por lo que no ha de extrañar que los parlamentarios del 80 no obstante existir ferrocarril y por las circunstancias revolucionarias, llegaran en botes o lanchas.
Los barcos de los vascos Urmeneta habrán acercado más de una vez a la proximidad de la costa al ilustre e inspirado Prilidiano Pueyrredón, hijo de la señora Telechea, con apellido materno que obligaba cortesía por ascendencia de común terruño.
Y no es extraño que de las muchas ocasiones en que la historia se acordó de Belgrano, para tomar exilados en sus proximidades fluviales, D. Francisco Mari, animoso y gallardo en el timón de su vaporcito haya salvado hacia las islas o a San Fernando, más de un opositor perseguido o precavido.
El tramo ferroviario de Buenos Aires a Belgrano (actual Estación C) data del 1º de diciembre de 1862. Nacía así la Estación Alsina, en tierra que fue de Miguel del Corro en el reparto de la fundación. La estación cumple este año un siglo.
Correspondía al futuro Ferrocarril de Buenos Aires a San Fernando, contratado por el Gobierno de la Provincia en 1859, con empresa constituida en Londres con el nombre de «Buenos Aires and San Fernando Railway Company Limited» en 1861.
El viaje a Belgrano se hizo en 18 minutos. En la inauguración hablaron Mitre, Mariano Acosta, Rawson, Elizalde, Mariano Varela, Valentín Alsina y el representante de la empresa, señor Zimmerman.
Con paradas en Palermo circularon ocho trenes diarios. En los feriados se reforzaba el servicio.
En cuanto al ferrocarril Buenos Aires al Rosario, (Estación Belgrano R.), llegó hasta Campana en 1876. Y en 1883 a Rosario, año en que Belgrano alcanza la jerarquía necesaria para ser declarada ciudad. La ciudad que había sido pueblo, Capital provisoria y ahora es barrio.
La Compañía de Gas de Belgrano se fundó en 1878. En 1898 la Cía. de Gas del Río de la Plata Limitada, tomó a su cargo el activo y pasivo de las compañías Gas Argentino y de Belgrano, haciéndose cargo de su administración. Mientras se extendían las cañerías de gas, alcanzamos en Belgrano en 1887, año de la anexión definitiva, a los 180 faroles a kerosene, sobrevivientes del alumbrado anterior 1.
Hasta hace apenas unos treinta años, todavía circulaba alguno de los «breaks» de la línea de esos rodados entre Villa Urquiza y Belgrano, por la calle Monroe, en la cual ya servía a principio de siglo al crearse Villa «Las Catalinas», (hoy Urquiza) «el andaluz», tan servicial como locuaz. Y todavía subsisten las «victorias» en fila, con sus aurigas veteranos, al costado de la estación Belgrano (R) soportando la ironía -a destiempo como los carruajes que muchachones desaprensivos dirigen a los ancianos conductores.
La primera línea de transporte colectivo de pasajeros con trolebús, se inauguró sobre la calle Cabildo y hasta la Avda.Gral. Paz, el 4 de junio de 1948.
Como se ve, desde la época en que el intendente de Belgrano, don Policarpo Mom tenía su patriarcal residencia, con mirador azul y blanco, donde ahora funciona el cine Príncipe, todos los medios de transporte urbano han pasado por la calle Real. Pero en lo que no tiene suerte Belgrano es con los subterráneos. No pudimos convencer oportunamente, hace treinta años, al conde de Guadalhorce, acerca de la ventaja de dar preferencia a una línea de Santa Fe-Cabildo, trayecto integral hasta el límite urbano. El trecho hoy existente sobre Santa Fe vino en segundo término y trunco en Palermo.
En una ilustración que insertamos en este libro, se documenta gráficamente la iniciación del servicio de taxis-colectivos, precursora de los actuales «colectivos» ahora generalizados en la metrópoli, y que allí aparecen estacionados frente a la estación ferroviaria (C). Fue al promediar la tercera década del siglo.
1 Cincuentenario de la Federalización, de Ernesto Muello.
LAS PULPERÍAS – LOS PRIMEROS NEGOCIOS – EDIFICIOS
En el Camino del Alto, o Camino del Norte, o Camino de San Isidro, que partía del cruce de las calles Santa Fe y Las Tunas (actualmente Callao), existía, antes de la fundación, al entrar a Belgrano a la altura de la calle Pampa (antes Moreno) la tan mentada pulpería «La Blanqueada» en torno a la cual habíase formado el caserío a que hemos hecho referencia en el capítulo relativo a la fundación. Era uno de los puntos de parada obligada desde hacía décadas para las carretas y tropas de carros en tránsito hacia y de San Isidro, activado su movimiento por las cargas de conchilla y tierra que desde La Calera se trasladaba a Palermo, para las obras de mejoramiento de la finca de Rosas.
(Siglo y medio después, la tierra de Belgrano fue utilizada para la construcción de los terraplenes ferroviarios palermitanos).
«La Blanqueada», de almacén criollo y estanco pasó a ser una bien instalada casa de negocio al ser adquirida por el señor Bellocq. Por ella dice la tradición que pasó en su huída como una sombra algún jefe derrotado en Caseros en quien se sospechó a Chilavert, sorprendido a poco trecho y ejecutado según la misma versión en el hueco próximo a la plaza ubicado en lo que es hoy Obligado y Mendoza. Pudo ser otro oficial, pues según algunos historiadores la inicua eliminación del gran artillero se dispuso y llevó a cabo en el mismo Caseros.
La otra pulpería del camino estaba instalada a la altura del arroyo Medrano, conociéndosela por el nombre de «Las Palomitas», punto de concentración según Manuel Bilbao, de la paisanada para correr carreras los días domingos 1. «La Blanqueada» estaba instalada en terreno de J. M. Maciel propietario de una gran extensión en la zona, como puede verse en el Proyecto de Traza del Pueblo que publicamos por separado.
Aparte de los ranchos vecinos a la pulpería, había algunas casas distanciadas de inmigrantes ingleses y alemanes que arribaron en 1825 y 1826, clientela preferida de «La Blanqueada» a cierta altura de la tarde. Estos negocios precursores 2, tuvieron luego amplia competencia a medida que Belgrano se poblaba y transcurría el siglo. Al principio del actual, aparecieron almacenes de larga existencia, como «el Gallo», ya mencionado en capítulo anterior, del que la veleta subsistente es su último vestigio auténtico.
Negocios de larga tradición ya desaparecidos fueron el almacén «del Pingo», en Blanco Encalada y Cabildo, de Basilio «el Oriental»; el de Pablo Romani, en Guanacache y Cabildo; la cervecería de Biecker en Olazábal y Cabildo, donde hoy está la tienda de Beige; el almacén de Bello en Olazábal y Cabildo; y aunque sin local instalado, el empanadero Flores fue todo una institución desde principios de siglo, vendiendo sus incomparables de dulce y de carne, frente a la escuela Casto Munita.
Acaso el último de los almacenes excedidos en el medio siglo, ha sido el que funcionando con despacho de bebidas en Arcos y Blanco Encalada, bajo la denominación de «El Buen Humor» estuvo a cargo de una sola familia durante sesenta años y antes se llamó «El Globo».
El señor Conforte, en su libro mencionado, evoca en hermosas páginas el almacén y café de Sordelli Hermanos y sobre todo el almacén de Merello Hermanos, en una viejísima casa de Real y Necochea (Cabildo y Olazábal) única que permanecía abierta todo la noche, por lo que reunianse en ella, de madrugada, los conductores de las caravanas de carretas de bueyes en mar. cha hacia el Abasto, cargadas de verdura y fruta. Allí, en * de los Merello* «la picana recostada al yugo del doradillo y de cebruno, entraban al almacén a tomar un café con leche o una copita de ginebra en las crudas noches de invierno». Y no debía extrañar que junto al labriego, una verdadera asamblea de tras. nochadores barriese con los valladares del dinero y posición social, para imponer el común denominador de una misma de bilidad por la bohemia inseparable de la noche. Era, por eso, natural que todos los sorprendidos por la hora y la obscuridad característica en las calles belgranenses encontrasen un faro espiritual -no exigente por cierto en el refugio amplio y bien abastecido, aunque bastaba el pocillo de café para poetas, autores, y estudiantes pobres. Más de una vez, recuérdase, por alli anduvieron Roberto Payró, Diego Fernández Espiro y Martin A Malharro. Y hace muchos años, conversando con Mario Bravo, nos decía que algunas expresiones de ambiente de su ahora olvidada novela «Hipódromo» las había recogido en el Bajo Belgrano, en giras que terminaban en el Alto, en lo de Merello, recordando el poeta las características de ese centro de reunión.
Ni la heterogénea composición étnica de la feligresía – criollos, ingleses, alemanes, españoles, italianos, franceses, etc., ni la diversidad de culturas, confundidas picanas y plumas, confundidos programas de reivindicación social con los programas de jueves y domingos del Nacional o de Palermo por entonces muy nuevito- , nada empañó jamás el nivel de recíproca tolerancia, y ambiente de buena vecindad, en el que el disentimiento no implicaba discordia.
La multiplicación de estos negocios en todo el Buenos Aires finisecular fue tan rápida como su desaparición avanzado el nuevo siglo. Siguieron a las pulperías y como ellas fueron desapareciendo. Han concurrido dictados de progreso y nuevo gusto, con un concepto de tiempo y existencia que justifica hasta el copetín al paso, tan sucio a veces, como algunas de las nuevas concepciones del vivir.
De las pulperías, -en su origen la palabra mexicana, según Solórzano es «pulquería»_ puede decirse que cumplieron un rol de formación de muchas de nuestras poblaciones, nucleando caseríos. Desempeñaron un papel importante, quebrando la soledad del paisano, que aunque atraído por el mostrador, terminaba rindiéndose al primitivo centro social, avance de la civilización y primera batalla ganada al inmenso desierto, cuando no base de operación inicial para extender la línea del progreso frente a los malones y los campamentos del indio.
No respondería a la ciencia histórica, mirarlas con desdén en el papel que a esa altura de los tiempos desempeñaron las pulperías, olvidando que en sus recintos tuvieron escenario iniciales etapas de nuestra formación a través de payadas, y vuelcos del alma criolla. No nos avergüence reconocer en ellas pilar de nuestra construcción social. Con esparcimientos menos absurdos que ciertas máquinas, que en los bares del presente distraen a nuestra juventud urbana.
1 Manuel Bilbao, Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires, Bs. Aires, 1934.
2 Estas pulperías fueron precursoras hasta en las costumbres de adulteración. Sobre el particular, el historiador Roberto Etchepareborda, en reciente conferencia auspiciada por el Instituto Latinoamericano de Alimentación, pu blicada en el Diario de Sesiones del H. Concejo Deliberante de la Capital, del 5 de octubre de 1961, dice lo siguiente: «En 1668 los pulperos ya habían adquirido la costumbre de adulterar el vino y otros productos alimentarios. El presidente de la Audiencia interpretó que ello era la consecuencia del exceso de pulperos lo que traía aparejada demasiada competencia. Se limitó entonces el número de estos comerciantes a ocho y se determinó en que zonas de la ciudad debian estar.
También ese año el Cabildo acordó la construcción de un galpón en el matadero para que la carne estuviese colgada y limpia. Como se ve ya era preocupación de las autoridades que ese producto básico de la alimentación reuniera un mínimo de condiciones higiénicas.»
LA CAPILLA, EL PRIMER EDIFICIO DE LADRILLOS Y LA PRIMERA CASA DE ALTOS
Con las primeras familias, Tobal, Mon, Oliver, Cardoso, Corvalán, Miró y otras, surgió bajo el patrocinio de la Inmaculada, la primera capilla el 8 de Diciembre de 1856, en la Barranca.
La primera construcción de material tuvo cimiento en la actual calle Ciudad de la Paz (antes General Paz) entre las actuales de Echeverría y Sucre, construída por enero de 1856, propiedad de López de Bertodano.
La primera casa de altos fue en Cabildo y en la esquina principal: Juramento. Sobre la actual casa Galver. Esquina de confiterías tradicionales que duraron décadas, desde la de Pedrito hasta la relativamente reciente «Cosechera» , hace unos diez años, la actual tienda viene a reanudar, después de medio siglo, la presencia de ese rubro de negocio, iniciada por «la tiendita de altos» que estuvo allí muchísimos años, primera casa de altos de aquel tiempo en Cabildo.
Allí paraba «Zafarrancho», el popular cochero de la calle Real de rara jerga y noble conducta, sólo empañada por la insistencia en pedir galeras viejas. Fue el precursor de los servicios públicos de Belgrano… con parada en Lavalle y Real, o 25 de Mayo.
LA ACTIVIDAD COMERCIAL
Tanto las pudientes familias de Buenos Aires que convertian el veraneo en Belgrano en residencia total y definitiva, como la presencia de colectividades europeas que al llegar al país fi¡aron – con preferencia ingleses, alemanes y franceses su afincamiento en este pueblo, impusieron al comercio local una responsabilidad excepcional acerca de calidad y trato, que originó una verdadera tradición respetada durante todo su siglo de existencia.
Entre los negocios existentes por 1890-excluidos los almacenes ya mencionados, al considerar con las pulperías los primeros comercios de este género son de recordar el de comestibles de don Santiago Barbagelatta, en Olazábal y Cabildo; la zapatería de Santo Lambruschini, situada en Cabildo entre Mendoza y Olazábal; la farmacia de Vercesi, actualmente «Danesa», que estaba en Juramento y Cabildo; la tienda de Vicente Taccioli, que estaba en la recoba sobre la calle Echeverría; el café de los Gianni, en Cabildo y Blanco Encalada, donde actualmente está la relojería de Rubio; (a este «café» lo caracterizó la circunstancia de que en él se bailaba); la panadería de Pedro Bustignorri, en Cabildo entre Mendoza y Juramento; la tienda de Juan Smith, en la misma cuadra; el ya mencionado hotel Watson, al recordar los sucesos del 80; la «Confitería del Águila» de Finollo, y luego de su viuda, lugar de reuniones sociales por las tardes; las antiguas tiendas de Gorini y Marietta; y las cocherías de Jerónimo Riva (decana) y Angel Lagomarsino. La primera de estas cocherías está actualmente en actividad y es, seguramente, el más antiguo negocio de Belgrano.
Durante los últimos treinta años estuvo en la quinta que fuera del doctor Astigueta y antes ocupada por el doctor Avellaneda, el restaurante de Dietze, que transformó parcialmente la casa al establecerse en 1930. Esquina de Echeverría y Obligado, frente a la plaza.
De los empresarios cinematográficos el más antiguo es don Francisco Iara que a los 87 años está al frente, con el señor Benotti, del Cine Teatro Belgrano, de Cabildo 2356, el viejo local de la Sociedad Democrática Italiana, mutual mencionada aparte.
LAS PRIMERAS ESCUELAS Y COLEGIOS.
BARRIO DE ESTUDIANTES
Belgrano posee un estudiantado característico. Si cada barrio lo tiene, el suyo se destaca por mostrar rasgos de notoria personalidad no igualados en otros sectores ciudadanos. Las amplias veredas ricamente dotadas de sol y de sombra, camino real en el medio, y sendas hacia el río y las Barrancas todas las transversales, agréganse sus plazas para invitar al paseo a la hora del retorno al hogar, demorado y matizado por coloquios amorosos y de camaradería.
En cuatro oportunidades, durante la jornada, los institutos educacionales reciben o liberan polícromas bandadas de bulliciosa juventud, dueña en esos momentos de todas las vibraciones de la vecindad. Belgrano es un barrio de estudiantes y lo es desde su origen mismo.
La primera escuela pública fue organizada por la Sociedad de Beneficencia que presidía la señora María de Carreras. La iniciativa correspondió al gobierno, en 1856, apenas fundado el pueblo. Por su parte la señora Rosa Sorondo de Bogarín solicitó a la Sociedad organizadora el cargo de preceptora de esa Escuela del Estado. Era una escuela para niñas y abrió sus puertas el 3 de febrero de 1857, con quince alumnas.
Poco después surge la primera escuela pública de varones. Era jefe del Departamento de Escuelas Domingo Faustino Sarmiento, quien designó preceptor de la misma a Juan Hilarión Díaz.
Hasta 1864 esas escuelas públicas funcionaron en locales provisorios. En 1888, aparece el Instituto Europeo fundado por D. Felipe de Mateo, maestro español, preferido por las familias cuyos jóvenes aspiraban a seguir carrera. Lo dirigió posteriormente el señor Manuel G. Conforte, prestigioso intelectual de Belgrano, respetado periodista y vinculado al Instituto como profesor desde que abandonó las aulas secundarias.
Fueron alumnos del Instituto Europeo, el as de aviación e ídolo porteño, Jorge Newbery, mi querido amigo el Dr. José P. Tamborini y el prestigioso Dr. Fortunato Canevari.
Tan noble y difícil tarea del magisterio fue ejercida en el tradicional colegio de la señora Stockpale, único en su género por principios de siglo, en el que actuaban también con here. dada vocación sus hijas, mis Annie y mis Polly. Casi todos los niños de las más antiguas familias de Belgrano concurrieron a ese Colegio. Más tarde, en la casa que habitara el general Lucio V. Mansilla se instaló la Escuela Normal N° 10, de reconocido prestigio y ya larga y fecunda acción. No podríamos cerrar esta enumeración sin mencionar el Liceo N° 5 y el relativamente reciente Colegio Nacional Roca, con apenas dos décadas de vida, aunque para sus ex alumnos regente indiscutido de la docencia local, con un gran cariño por sus profesores y preceptores, entre los que tienen permanente recuerdo el ex secretario y digno periodista Tito Fernández Sánz y el comprensivo ex jefe de preceptores señor Orezzolli, de una antigua y querida familia de la zona. El actual edificio del Colegio Roca es la casona en que vivió Doña Aurora Castro de Justo.
En cuanto a institutos secundarios, se destacan el Colegio de los sacerdotes maristas «Manuel Belgrano» y el que dirige el señor Zabaleta, incorporado al Roca.
LA ESCUELA CASTO MUNITA
Hemos dejado para comentario aparte, a la escuela Casto Munita. Es hoy esta escuela histórica, la más antigua de Belgrano. Su fundadora y primera directora fue doña María López Gazcón, cuya vocación facilitó la iniciación de la escuela creada en 1883, gracias al legado del benefactor D. Casto Munita; quien destinó un millón de pesos, para que con sus intereses se sostuviese el instituto. La profesora Gazcón, cuyo nombre lleva una de las aulas, actuó hasta 1887, año en que la sucedio en el cargo directivo doña Trinidad Gastaldi de Sibthorpe, cuya labor desde 1888 hasta 1910- también eficaz se recuerda con afecto. Fue luego directora, durante veinte años doña Dolores R. Gauna, que desde 1910 hasta 1930, tuvo igualmente una destacada actuación en la escuela.
El busto de D. Casto Munita benefactor de la zona, actuante en el siglo pasado ex edil de San Isidro y filántropo muy querido en Belgrano, fue colocado en noviembre de 1933 en el vestíbulo del colegio y es obra del escultor Arturo Dresco. La iniciativa de este homenaje correspondió a ex alumnos y ex maestras.
Se señala como digna de ser destacada, la eficaz acción de la Cooperadora en la que han actuado con gran empeño las señoras Sara R. de Maglione, Isabel Terrero de Llambi y Sofía L. de Klappenbach, para no mencionar sino a las damas actuantes cuando la escuela celebraba el primer cincuentenario y rendía el homenaje al señor Munita. Dentro de un año, la escuela cumplirá ochenta.
A los habituales cursos diurnos, este instituto agrega desde hace muchos años enseñanza nocturna de diversas especializaciones para adolescentes varones. Es una obra de gran mérito que resultaba tanto más indispensable, cuando aún no había otras posibilidades para los jóvenes obreros y empleados de la zona.
El Belgrano School
El Belgrano Day School, que acaba de cumplir 50 años, fue fundado en febrero de 1912 por John Ernest Green y funciona desde 1931 en Juramento y Conesa.
LAS ESCUELAS ALEMANAS EN BELGRANO
En el año 1896 se fundó en Belgrano una escuela alemana, que daba enseñanza primaria y secundaria, que funcionó primeramente en la calle Cabildo esquina Echeverría. Se llamaba «Belgrano Schule» es decir Escuela Belgrano. Más tarde se trasladó a su propia casa en la calle José Hernández. Desde el año 1930 el establecimiento se llamó Colegio Goethe.
En el año 1910 se fundó un colegio alemán que primero funcionó en la calle Monroe, llevando más tarde el nombre de Humboldt.
Cuando el nazismo invadió a los colegios alemanes, los alemanes antinazis fundaron un instituto libre: la Escuela Pestalozzi, en la calle Freire 1848. Durante los años 1948 hasta 1956 fue dirigida por el profesor Max Tepp.
CLEMENCIA R. CEBALLOS
Es a comienzos de siglo y está próxima la conmemoración del Veinticinco de Mayo. Niños que cruzan la Plaza Central de Belgrano hacia la escuela de Cerrito y Rivadavia, ven llegar hacia ellos a una dama ya anciana, sencillamente ataviada, con paso firme y natural elegancia. Su rostro la distingue con expresión de nobleza y su palabra cariñosa y culta, trasuntando plenitud espiritual, ya ha sido escuchada otras veces por los escolares en reiterados encuentros de la calle Real. ¿Qué la lleva tan temprano a la Plaza? En las escarapelas que encierra su bolso está la respuesta. Pronto la rodean mientras va reparo tiendo los moñitos nacionales que ella misma coloca sobre el pecho de los más pequeños.
Ahí llega de la mano de su mamá, desde la quinta en que su progenitora trabaja como doméstica, una niña de rulos negros, una de las alumnas de primer grado. La señora de las escarapelas la besa y prende en el delantal de la criatura los colores de la Nación.
«¡Niña mía! -le dice se acerca Veinticinco de Mayo.
.. el más grande día de la patria… Veinticinco de Mayo… Así se llamaba mi escuela en Córdoba, la provincia en que nació tu mamita.
Es la voz de Clemencia R. Ceballos, que en 1880 fundara la escuela Veinticinco de Mayo en Fraile Muerto. Es la misma maestra que en 1883 llega hasta Buenos Aires para participar del Primer Congreso Pedagógico Argentino y asombra al auditorio con su exposición conceptuosa y los modernos métodos de enseñanza que auspicia. Sarmiento que asiste a aquellas jornadas aplaude entusiasmado a la educacionista cordobesa y pronto es su amigo, visitando con frecuencia la escuela lejana.
Doña Clemencia R. Ceballos, con vocación familiar por el aula, realizó su obra durante muchos años con verdadero amor y sin auxilio alguno del Estado. Muchísimas familias cordobesas tuvieron y aún tienen por matronas a ex alumnas de la profesora Ceballos. Niñas que recibieron de ella instrucción sólida y educación esmerada. Su escuela particular no requería calor oficial. Le bastaba el estimulante cariño de sus alumnas para sobreponerse a las dificultades que se interponen a toda noble empresa de aliento.
Pero, años más tarde, no pudo vencer persecuciones de prepotencia lugareña. Un funcionario local llegó hasta la ofensa en la vía pública. Y la maestra, herida hondamente, en una determinación que no iba a revocar ya más, respondió a la impunidad de lo injusto, con la serena protesta del exilio, radicandose sin amargura, aunque con incurable nostalgia, en esta villa de Belgrano. Diríase que fue para admirar en su progreso de pueblo joven, la multiplicación de sus aulas, el surgir de maes fritas argentinas que venía a reemplazar o ayudar a los primeros maestros extranjeros, la apostólica acción de éstos y aquéllas, encauzando hacia Minerva a los muchachitos bravíos del Bajo y argentinizando a los blondos niños hijos de ingleses y alemanes que ya se acercaban a la escuela común, no obstante la bondad reconocida de los colegios de sus respectivas colectividades.
Tan distintos su Fraile Muerto y este pueblo de Belgrano, ambas villas habían estado en el pensamiento de los organizadores de la Nación al considerar el arduo problema de la Capital. Y en el sentimiento de aquella mujer ambos pedacitos de la patria estaban identificados en la infancia estudiosa que tanto amaba. Habrá pensado más de una vez en el milagro de conversión argentina que se estaba operando en los hijos de extranjeros. Y habrá podido recordar cariñosamente a las inglesitas a título de confraternidad anglocriolla que Don Domingo Faustino Sarmiento denominó Bell Ville a Fraile Muerto en homenaje al inglés Guillermo Bell, uno de los más buenos y progresistas vecinos de la localidad.
En los últimos años de su vida doña Clemencia fue notificada del acuerdo del Consejo Nacional de Educación a los efectos de que le fuese otorgada una pequeña pensión a la gran maestra. Era poco, pero habrá alcanzado para escarapelas.
LAS TIERRAS DE PALERMO Y EL PUEBLO DE BELGRANO
La circunstancia de haberse fundado el pueblo sin previa determinación de la situación de algunas de las tierras de su egido, en cuanto pudieran alegarse derechos desconocidos por la tiranía en usurpación de bienes inmuebles, trajo como consecuencia posteriores cuestiones difíciles de dilucidar. Por ejemplo, en tierras de Palermo.
Así el juez de paz Dr. Francisco Romero se vio en la imposibilidad material de dar cumplimiento a la orden de la justicia superior, cuando el letrado del ex exilado Barros Pazos obtenía de la Cámara la posesión de la propiedad arrebatada por coacción del tirano. Involuntariamente la Municipalidad de Belgrano retardaba frente a situación de hecho la reparación del despojo. Una disposición del Poder Ejecutivo de la Provincia con fecha 2 de mayo de 1861 contempló finalmente por lo menos de manera parcial los derechos de Barros Pazos. Y el historiador Allende ha encontrado referencias que permiten alentar la esperanza de que esa decisión se cumplió.
Con tierra negra de Belgrano, y cal de la calera de Belgrano, saneó Rosas sus bañados de Palermo en tarea de dos años. Y construyó la casa instalada donde actualmente se encuentra el monumento a Sarmiento, de Rodín, tan discutido en la época de su recepción.
Estos pleitos por las tierras que ocupaba fueron frecuentes preocupaciones del gobierno municipal belgranense y sus apoderados. Así la cuestión por cierto desagradable con el antiguo y distinguido vecino don Laureano Oliver, que había sido presidente de la Municipalidad. Al posterior presidente de la Municipalidad, don Policarpo Mom, tocó reclamar por lo que el municipio consideraba usurpación de tierras.
También con don Ignacio Mejta, vinculado desde el primer momento a la gestión fundadora y custodio de la documenta mon inicial, hubo que enfrentar un reclamo de indemnización por terrenos situados a la altura de la actual calle Monroe.
ORIGEN DEL NOMBRE DE PALERMO
Con referencia al origen del nombre de la zona de Palermo, frente a la difundida interpretación que lo atribuye exclusiva. mente a la Capilla de San Benito de Palermo, aportamos la siguiente documentación:
- Con dos siglos de anterioridad a 1829, año que en un escrito aclaración menciona el señor D. Horacio Porro Cueli con relación al oratorio en que se veneraban las imágenes de San Benito de Palermo, la nomenclatura colonial ya asignaba a la zona el nombre de Palermo. En la relación de Pedro Esteban Dávila remitida a España en 1635, en su carácter de gobernador (Archivo General de Indias, de Sevilla: Escribanía de Cámara leg. 903 Pza 29-13-0) al describir la zona ribereña urbana se refiere al lugar «lo que llaman de Palermo»
- Asimismo, la hipótesis sostenida por el historiador don Ricardo M. Llanes basada en tradición oral≥, refiérese a la pequeña capilla, sin posible determinación que la pueda ubicar en el tiempo, con antelación al antecedente que documento en el punto a).
- Rómulo Zabala y Enrique De Gandía, en la Historia de la Ciudad de Buenos Aires se refieren a Juan Domínguez Palermo, para afirmar»cuya chacra dio origen al nombre del actual parque de Palermo»
- Juan Domínguez Palermo, como es sabido, figura en la lista de armas del 8 de octubre de 1602, cuando dice «hecha la lista pareció Juan Domínguez Palermo, a caballo, con todas armas». Es el mismo Palermo a quien se nombra regidor el 1 de enero de 1605. (Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires). Y el que figura en la nómina de «Quartos Pobladores» -1 de junio de 1615- (Acuerdos, Tomo III, libro II, Ed. 1908).
- Enrique Udaondo en su diccionario histórico Plazas y Calles de Buenos Aires. Significación Histórica de sus Nombres. Al referirse al de Palermo, expresa «que lo ha conservado tradicionalmente desde la Colonia, por el propietario primitivo de los terrenos Espinosa Palermo». Y agrega: «Existió también una capilla bajo la advocación de San Benito de Palermo»
Y por su parte, el historiador urbano, Luis Cánepa, se refiere, como es sabido, al nombre de San Benito de Palermo dado por el tirano al lugar de su residencia, que puede haber asociado a la denominación originaria la de un rebaustismo, en mérito de la referida capilla. El mismo escritor Cánepa refiriéndose a un vecino apellidado Palermo, hace notar que este nombre se adiudicaba al lugar en una escritura de 1694.
1 La Prensa, 1 de marzo de 1958.
2 La Prensa, 5 de enero de 1958.
LA MENCIÓN DE PALERMO EN 1635
El documento que transcribimos a continuación es el antecedente demostrativo de los orígenes del nombre de Palermo, va así llamada esa zona en 1635. Ello no excluye un rebautismo coincidente para la misma zona derivado de la capilla de San Benito de Palermo, pues puede haber ocurrido la superposición pero, el documento de Dávila demuestra que a comienzos del siglo XVII, ya se denominaba así al lugar, o sea dos siglos antes de instalarse la capilla, a que se refieren diversos escritores e historiadores.
«De la dicha ysla de san grauil se uiene a dar fe/ de este puerto el qual tiene por frente de la ciudad un banco o baxo de harena que se prolonga desde el riachuelo de los nauíos que es abaxo de la ciudad un quarto de legua asta lo que llaman de Palermo que para entrar en este puerto es menester descauezar este vajo y luego se uiene prolon gando la tierra firme donde está situada la ciudad entre ella y el dicho vajo que abrá de canal de el banco a la tierra firme media legua poco más o menos donde ay tres pocos que siruen de suriidero el uno enfrente de el convento de nuestra señora de las mercedes y más adelante asia el sur otro poco que es en frente de el Fuerte de cásas Reales que es en medio de la ciudad la parte mas eminente y donde está mejor para ser señor de mar y tierra y otro más adelante cassi en la uoca del riachuelo donde inuernan los navíos que es un estero que tendrá de largo su principio diez leguas y ancho muy poca cossa capaz para mur chos nauíos de asta 200 toneladas»
Relación de Pedro Esteban Dávila remitida a España en 1635, en su caráeter de gobernador. (Archivo General de Indias, de Sevilla: Escribanía de Cámara, leg. 903. Pza. 29-13-0) .
BELGRANO: BARRIO CON ALMA PROPIA
Sucesivamente Pueblo, Capital, Ciudad y Barrio, con todos los títulos que ello supone en lo edilicio y en lo político, el más grande mérito de Belgrano consiste en tener un alma propia.
Es barrio de jardines con aromas de pasado, no de épocas muertas sino de serenidad que la urbe bullanguera no ha alcan zado a alterar. Por eso sus habitantes son dueños de un estilo y forma de vivir que hace de Belgrano villa de señorío.
Siendo pujante y dinámico, Belgrano es recatado, como si el padrinazgo que le da nombre le hubiese impuesto conducta.
Que Belgrano es sedante lo dicen sus paseos, lo muestran sus Barrancas, sus umbrosas calles y sus plazas.
Y hasta en sus alegrías de barrio de estudiantes mantiene sus blasones sin confundir lo juvenil con el exceso, ni lo popular con lo plebeyo. Si lo chabacano aparece, tanto desentona, que se denuncia y condena por sí mismo.
Por eso es recinto adecuado para historia y el arte, que es como decir, ámbito propicio para entender la dignidad de la vida humana.
El Museo Sarmiento, la Casa de Yrurtia, la casona de Larreta, la quinta de Delcasse, la Biblioteca Popular de Belgrano, la Biblioteca de Ahumada, la Escuela Casto Munita, el Instituto del Profesorado Secundario, la Universidad Popular, el Colegio Nacioial Roca, el Colegio Manuel Belgrano, las Escuelas Normales y el Liceo, la Escuela Juan B. Alberdi, la Escuela Juan Enrique Pestalozzi, el Club Belgrano, son expresiones de vida espiritual, reveladoras de que la villa de los jardines, no descuida el cultivo de superación en los seres que alberga.
EL MUSEO SARMIENTO
El cincuentenario de la muerte de Sarmiento dio oportunidad para crear el Museo Histórico epónimo, que os a la ver permanente centro de «estudio y renovadas investigaciones so. bre la época y el gran civilizador», como lo prometiera el fundador doctor Ricardo Levene, y más tarde procurara cumplirlo dan devoción al prócer, el director don Ismael Bucich Escobar, amigo inolvidable, al instalarlo y enriquecerlo desde 1938 hasta el 29 de marzo de 1945, en que lo arrebata la muerte.
Bajo la actual dirección del Dr. Bernardo A. López Sanabria, se han acrecentado sus piezas históricas e intensificado en colaboración con una Comisión de amigos del Museo, las acti vidades concurrentes a dar satisfacción a los propósitos de la fundación.
Funciona el Museo en Juramento y Obligado, en el edificio construído entre 1870 y 1880, con fisonomía arquitectónica auténtica, sin sensibles reformas desnaturalizantes. Puede considerárselo una de las pocas joyas de época que la ciudad ostenta con orgullo. Monumento histórico, así declarado por ley del Congreso, siendo en 1880 sede de la Municipalidad de Belgrano, albergó al Congreso Nacional durante la revolución de ese año, sancionándose en su recinto, la trascendental ley de federalización de la Capital de la República. A evocar tal acontecimiento está destinada en este Museo la «Sección Congreso de Belgrano»
Están pues bajo un mismo techo y entre muros históricos los objetos y millares de documentos que jalonan la vida del prócer, cumpliéndose un verdadero culto nacional, desde que los descendientes de Sarmiento entregaron al Estado hace casi medio siglo todo lo que conservaban de aquel.
Aparte de las reliquias sarmientinas y de los sectores destinados a hombres y hechos de la época, el Museo Sarmiento dota a la densa población de Belgrano de elementos inapreciables de consulta en una biblioteca completada con hemeroteca, que prestigia realmente a la institución, extendiendo al barrio la obra cultural de la casa. Bastaría con recordar que están allí gran parte de las bibliotecas de Domingo Faustino Sarmiento Y Nicolás Avellaneda para tener la evidencia del tesoro que encierran las salas.
En la función integral del Museo, aparte de la exhibición or ganizada en salas y secciones, son periódicas las publicaciones y conferencias que tienden a difundir los múltiples aspectos de la vida del gran sanjuanino al propio tiempo que otras profundizan en el conocimiento del ambiente en que le tocó actuar.
Las salas, secciones y vitrinas muestran entre ese rico material conservado al respeto público y patriótica evocación, las reliquias que se refieren a Sarmiento íntimo; a su vida pública; Sarmiento y los caudillos; Sarmiento y la educación común; Sarmiento periodista; militar, en Caseros, etcétera.
Durante algunos períodos de confusión y a veces intencionado oscurecimiento, en momentos de guerra abierta e intriga solapada contra el glorioso viejo que sigue batallando aun después de muerto, hemos tenido el placer de acercar al Museo a ióvenes obreros y estudiantes que no obstante ser argentinos confesaban no conocerlo. Tenemos necesidad de decir que hace algunos años introducimos en esa casa, templo ingrato sólo para los insensibles, a hijos de inmigrantes post-bélicos procedentes de Europa, adolescentes que aspirando a la carrera de las armas y viviendo en Belgrano, vestían primero uniforme de instituto preparatorio, sin haber conocido esa casa. Época superada, es conveniente sin embargo promover permanentemente el contacto de niños y jóvenes con las fuentes más puras de conocimiento de lo nuestro.
LA CASA DE YRURTIA
El 9 de julio de 1949 en cumplimiento de una ley nacional sancionada en 1942 a iniciativa del senador Alfredo L. Palacios, abrió sus puertas la Casa de Yrurtia, volcada generosamente al pueblo la residencia y taller del artista 1.
Abría sus puertas en silencio, eliminada toda ceremonia oficial, porque así lo disponía una dictadura. La señora Correa Morales de Yrurtia hija del maestro de don Rogelio-, mantenía la custodia de la casa-museo.
El eximio artista, con fuerza inspiradora para la obra de belleza definitiva, habiendo vivido consustanciado con la patria y con el arte, ya adolescente se confía a las enseñanzas de Lucio Correa Morales, y al finalizar la centuria, a los 20 años, obtiene
Coca para trasladarse a París donde en contacto con los mace bros de la estatuaria Rodin y Bourdelle se empapa de la dinamica, inicia su producción y surgen obras como «Las Pecadoras», grupo en yeso premiado en los Estados Unidos; «Serenidad», premiado en Barcelona; «Cabezas en bronce» , premiado en Chile. Poco más tarde segundo premio en concurso mundial.
Es ya el centenario de 1910 y sus esculturas valorizan las galerias de arte de los principales centros argentinos y extranjeros, hasta que finalmente sus monumentos a Dorrego y a Rivadavia y su «Canto al trabajo» culminan en forma realmente monumental el triunfo de un gran artista.
La mañana en que acompañamos sus restos, en privado, al crematorio del Cementerio de Chacarita estuvimos pensando en la coincidencia de silencios que vinculaban esta despedida con la también silenciosa apertura de su casa-museo.
La casa de Rogelio Yrurtia, museo público en vida de éste, y designado su director vitalicio, estuvo desde el principio situada en la esquina de O’Higgins y Blanco Encalada, en calle que cubre el arroyo del mismo nombre desde hace 25 años. Era antes la calle del «tercero» San Martín, el arroyo de origen remoto sobre el cual tenía su quinta en el Bajo, Marcos Sastre.
El hermoso edificio tipo colonial de este museo es obra del constructor Pedro Rossi, atento a las instrucciones de Yrurtia y obtuvo el tercer premio municipal en 1923.
1 El Dr. Nicolás Repetto, que conoció al gran artista, ante las dificultades de Yrurtia para atender su salud, tuvo la idea de convertir la casa en museo oficial, sugiriendo al entonces presidente de la República, general Justo, la dirección y el bien ganado derecho de seguirlo habitando.
LA CASONA DE ENRIQUE LARRETA
La vieja casona de Larreta frente a la plaza, con fachada de estilo colonial desde 1916 e interior de construcción y quinta de antigua data, es otra de las singulares expresiones del viejo Belgrano, colocada en primera fila para una guía espiritual de este barrio de tradiciones y reliquias. Es en Juramento 2291.
Estuvo durante varios años clausurada la monumental puerta de madera que da a la calle Juramento como una protesta muda y a la vez elocuente de quien sentía muy profundo el amor a su patria libre. Dentro, entre montaña de libros, entre viaje y viaje a su España inspiradora, tejía lazos indestructibles entre la madre patria y nuestra tierra a punta de pluma y corazón servidos por un talento excepcional. De ahí la belleza de su lenguaje derivado de la jerarquía de las emociones que lo animaban, en captaciones directas en la fuente misma de los motivos.
Quien haya podido reprocharle sus periódicas emigraciones hacia España habría incurrido en la injusticia de oividar el valor de su obra literaria, funicular sobre hilo de oro más ascendente que sus propias gestiones diplomáticas para eliminar distancias y errores de apreciación que sólo puede superar el precioso vínculo del idioma común.
Restablecida la normalidad en el país y reabiertas las puertas de su casa, el 6 de diciembre de 1955, día de la celebración del centenario de Belgrano, fue de los primeros en hacerse presente en la plaza para asistir a las ceremonias en que el presidente provisional en nombre del gobierno inauguraba la placa recordatoria. La poesía de su casa estaba consustanciada con la poesía del Pueblo de Belgrano, en contacto directo con los ventanales de la casona, la pequeña cúpula y el reloj histórico del Museo y la enorme cúpula y el campanario de la iglesia parroquial.
En los fondos de la quinta también había poesía en la pintura y los versos de su prima casi centenaria, doña Elena Etcheverry Boneo, la más juvenil y anciana poetisa de Belgrano, fallecida hace poco.
La casa de Larreta con sus siete mil metros cuadrados, fue ya adquirida por la Municipalidad. Su excepcional biblioteca pasará a engrosar el acervo cultural colectivo. Y también sus colecciones reunidas con inspiración poética y excelsa visión plástica.
LA CASA-QUINTA DE DELCASSE
Ubicada en las calles Cuba y Sucre abarca casi media cuadra por la primera y toda una cuadra por la segunda. Gran entrada de rejas por Cuba. Toda la casa rodeada de plantas y árboles y una pequeña, misteriosa puerta por Arcos para que entraran los duelistas a la sala de armas o al interior de la quinta.
Porque eso fue fundamentalmente para la imaginación belgranense la casa de Delcasse: una quinta para lances.
Había nacido Carlos Delcasse en 1852 y murió en 1941. Fue inspirador, mecenas y guía del deporte en la Argentina. Y así reza la placa que los amigos colocaron el 13 de junio de 1948 en la vieja quinta, escenario familiar para Jorge Newbery que so entrenaba en el solar, en la múltiple práctica de deportes que hacia diariamente y a las que no era ajeno el propio dueño de casa.
La biblioteca y el museo de armas del ex diputado Delcasse tienen alto valor intrínseco y evocativo.
Descendientes de Delcasse y de Joaquín V. González, man. tienen la continuidad patricia en la vida de la quinta. Dicho sea de paso, el doctor Joaquín V. González vivió muy cerca junto a las Barrancas, y el doctor Juan B. Justo habitó durante muchos años en la misma calle Sucre, frente a la quinta de Delcasse. Se recuerda que no obstante no existir entre Justo y Delcasse relación personal, cuando el líder socialista convaleciente del atentado del que fue víctima, regresaba apoyado en su bastón luego de las jornadas parlamentarias a altas horas de la noche, el doctor Delcasse ordenó durante largo tiempo que todas las luces de la quinta se mantuvieran encendidas, dada la cerrada oscuridad del paraje.
BELGRANO VERGEL
Las quintas y los jardines de Belgrano, las quintas cercadas de madreselva, en el Alto. Y los jardines cultivados por los ingleses en el barrio de Campana (Belgrano B), al propio tiempo que las comisiones especialmente constituídas para fomentar y cuidar el árbol, dieron siempre a Belgrano característica propia y presencia de naturaleza.
A pocos días de su fundación, el 7 de diciembre de 1855, decía el diario La Crónica: «Quién no solicitará ser dueño de un solar, en el pueblo de Belgrano, en el cual, si no va a morar permanentemente, puede a poca costa construir un vergel, para disfrutar los apacibles días de verano, en un punto elevado y donde la vista se dilata y recrea en la hermosa vegetación de sus serranías?
Así se habló de Belgrano, recién echadas las bases del pueblo. Había nacido enaltecido por el nombre del creador de la bandera, en incomparable padrinazgo, y tenía todos los atractivos de su natural belleza, poco respetada en los recientes loteos de los restos de las quintas, en caída vertical las mejores concepciones edilicias por imperio lucrativo de la propiedad horizontal
Por eso, se va «la felicidad de un jazminero, justificando a Dios y a sus criaturas», al decir de González Lanuza. Y con las plantas y las flores, el llamador, «la aldaba fina, pequeña y dorada» que nos ha recordado González Arrili, o la que, manecilla de damisela, exhibía encaje en la fina muñeca, que ningún detalle debía faltar en favor de la dominante espiritualidad. Y se va «la tierna enredadera de azules campanillas» de Pedro Miguel Obligado, para caer también los portones, vencidos por los años, entre ingenuos pilares»
No hace mucho tiempo, en la cuadra de los Sobrero, Crámer al 1700, contemplaba, amenazada por la piqueta, la casa del aúmero 1778, construida según rezaba al frente, en 1888. su numador roto estaba a pocos pasos, en vecindad con el «botón. portero del edificio 1762-64, a cuyos pisos se habla desde la refilla auditiva trasmisora de la voz que llega. Pero, ni Ins restos del viejo llamador, ni el «portero eléctrico», oyeron como un vecino portón en ruinas de la misma cuadra, los «Ave Maria purísima» anuncio del visitante, de propia voz, tarjeta de visita que excluía la presencia del demonio..
EL CULTO DE LOS ARBOLES
El pueblo de Belgrano ha hecho honor a la afirmación de Plinio, en cuanto a señalar la preferencia de los primeros hom. bres por el culto a los árboles. En jardín apareció la primera pareja humana y árboles había, desde que existiera manzana tentadora al diente masculino. Y el árbol ha estado presente en las manifestaciones de la mitología, como en las religiones en los pueblos antiguos más diversos. En medio de los «alfalfares de Rosas», como se diera en llamar a la extensa zona que determinan los planos que publicamos -para señalar los orígenes belgranenses-, crecía la «hierba gigantesca» que es el ombú, haciéndose presente trecho en trecho, como fila de guardianes, frente a la costa, al pie de las barrancas.
Arboles en las magníficas quintas; árboles al pie del pobre rancho que albergaba al paisano, cuya soledad y proximidad con el arroyo Vega, encontró nombre para éste, en el apellido de aquél; y árboles en las primeras calles trazadas en 1856, simultáneas apertura y plantación.
Por eso, la Comisión del Establecimiento de Arboricultura en Belgrano, y todo un decreto firmado por González Chaves y D’Amico, cuando renuncia José G. Saborido y se nombra en su reemplazo a Julio Almeira el 19 de junio de 1883. Y no podrá extrañar por consiguiente, que el 6 de setiembre del mismo año, Rocha y Faustino Jorge, estamparan sus firmas gobernantes, para acceder al legítimo pedido de la Municipalidad, acordando 15.000 pesos moneda corriente, a invertir en la plantación de eucaliptos en el bajo.
Donde el hombre cuidaba árboles, hoy, el loteo desordenado y especulativo siembra horizontales.
EL RETOÑO DE LAPACHO DE SARMIENTO
Así como en la terraza de las Barrancas, se desarrolla un retoño del pino de San Lorenzo, hay también en Belgrano otro retoño traído desde Asunción del Paraguay por el doctor López Sanabria y plantado en el jardín del Museo Histórico Sarmiento institución que él, con ejemplar patriotismo, dirige y custodia. Se trata del lapacho de la casa de Sarmiento en el Paraguay, viviente ofrenda de la tierra que albergó y le vio morir. Este retoño fue traído en 1956.
LAS COLECTIVIDADES EUROPEAS
LOS INGLESES
Ya en 1858, al tercer año de la fundación, había numerosos ingleses radicados en la villa naciente. De ellos, había treinta y seis radicados fuera del centro urbano. Fue creciendo rápidamente este valioso aporte étnico, con el desarrollo de las actividades ferroviarias, cuyos administrativos ingleses preferían Belgrano.
Dióse así, con el tiempo, que entre las múltiples expresiones de asimilación, ofrecióse también ampliamente tendido, un puente sicológico entre el inglés del Alto, y el criollo del Bajo, en una misma afición por el caballo y una misma pasión por el turf. En el análisis de los parejeros y estudio de los programas, el criollo de ciudad que era el belgranense del Bajo, en contacto con los ingleses, hablaron un mismo idioma y echaron las bases de amistades indestructibles.
Entre las instituciones, la Iglesia Anglicana de la calle Crámer, casi esquina Pampa, fue erigida en 1896.
Pero, ya antes, había andado por allí, recolectando fondos entre la colectividad, un pastor protestante, metodista primero, anglicano después y abnegado hasta lo sublime, siempre. Era «el inglés de las escuelitas» don William C. Morris, que tenía en Belgrano, buenos colaboradores, intérpretes de su inmenso amor humano.
LOS ALEMANES
Desde los primeros, que aisladamente ocuparon algunas quintas en las cercanías antes de la fundación del pueblo y los que se incorporaron bien pronto, unos en radicación inicial de veraneo que duró setenta u ochenta estaciones estivales, hasta no pocos empleados de compañis de seguros e instituciones bancarias, dispuestos a residencia definitiva, todos terminaron queriendo a Belgrano como patria local de adopción.
La asimilación al país, por otra parte, quedo probada, en su apoyo a las gestiones que se realizaron el siglo pasado entre los gobiernos argentino y alemán, hasta llegar a acuerdo, osación a la situación de los hijos de alemanes nacidos en nuestra tierra.
Ciudadanos alemanes dotados de altas condiciones espirituales, fundaron en Belgrano, familias ejemplares y fueron el tronco robusto de ramas múltiples, hoy altamente representativas en distintos campos de la actividad nacional.
Nos bastaría citar – entre muchos- a los Kuker, y en el homenaje a don Augusto Kuker, antiguo vecino belgranense, alto exponente de esta colectividad, recordamos a toda ella, asociada permanentemente al progreso del lugar.
LOS LATINOS
Por el primer censo referido, de 1858 – estadística local-podemos saber que el partido tenía por entonces 1.184 habitantes, de los cuales vivían en el pueblo 648. Estos últimos se distribuían así: 376 extranjeros y 272 argentinos.
Entre los extranieros latinos predominaron italianos y españoles, apareciendo pronto sociedades mutuales que los represen. taban. Más tarde, en 1895, las iniciativas dispersas y en organización de los italianos cuajaron en concreta realidad, el día 10 de julio de ese año, en que reunidos en la actual calle Mendoza 2352, nombraron una comisión provisoria, de la que re sultó que el 15 de agosto de 1895, surgiera la «Sociedad Democrática Italiana de Socorros Mutuos de Belgrano». Integraban la primera comisión los señores: Luis Del Papa, Orestes Colla, Cayetano Sordelli, Calisto Cerri, Miguel Raggi, Miguel Lasdolfi, José Gándola, Pablo Molfino, José Marandotti, Guillermo de Negri, Gerónimo Rolleri, Desiderio Pozzi, Alfredo Bertachini, Juan Capurro, Juan Speroni, V. Cevasco y A. Lago marsino. De la misma comisión era presidente Luis Del Papa y secretario el señor P. Molfino. La comisión directiva definiti va estaba integrada así: José Risso, presidente; Angel Moise vicepresidente; Desiderio Pozzi, secretario; Cayetano Sordell prosecretario; Miguel Basel, Tisorero y Cayetano Descalzi, Luis Nicolás Grosso, Miguel Landolfi, Felipe Sangiorgi y Oreste Colla, vocales.
El 4 de junio de 1899 se inauguró el edificio social. Fueron paárinos el doctor Carlos Delcasse y su hija señorita Maria T. Belcasse. Su sala estuvo a disposición de las entidades benéficas, culturales y hasta políticas de Belgrano con imparcial ajudicación. Los festivales de beneficio encontraron invariable hospitalidad y los actos cívicos desinteresada acogida. Hablaron alli en la sala de la Sociedad Italiana, entre otros, José Ingenieros, José P. Tamborini, Segundo Iñigo Carrera, Francisco Cuneo, Enrique Del Valle Iberlucea en veladas culturales o políticas, a partir de 1907, en que la sala social fue habilitada como cinematógrafo, en pleno funcionamiento actual, en la calle Cabildo 2316, local en el que se representó por vez primera en Belgrano,
«Las de Barranco» 1.
El 23 de febrero de 1902, la Asamblea General Ordinaria nombró socio honorario al Dr. Juan B. Emina, de filantrópica acción en la zona.
En cuanto a la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos e Instrucción, fundada en abril de 1879, su prestigio fue sólido desde el principio, funcionando en su propio local de la calle Moldes 2157. Su obra mutual es muy estimada.
Los españoles y franceses fueron aporte importante al desarrollo del pueblo. De las entidades españolas es alto exponente la Sociedad de Socorros Mutuos que desde hace cerca de ochenta años viene desarrollando una obra mutual seria y una actividad social general muy estimada, de lo que da permanente prueba su hermosa sala de actos de la calle Ciudad de la Paz. De esta entidad fue presidente, el querido maestro de la escuela que funcionó en Arcos y Pampa, antes de la donación de Casto Munita. Nos referimos a D. Evaristo J. Badía.
La presencia de 146 franceses en el centro urbano de la población a los dos años de establecida ésta, dice bien claro de la influencia cultural que esta colectividad ha tenido, concuriendo al señorío espiritual belgranense. Iniciativas de progreso, entidades culturales y librerías acreditadas, señalan el paso por Belgrano de miembros de esa colectividad. Y en las celebraciones patrias, llama la atención la cantidad de banderas bra ese país, sobre todo en Belgrano R., que junto a nuestra enseña flamean, en fraterna convivencia hogareña.
La Alianza Francesa realiza en Belgrano su gran obra reco. nocida en todas partes. Es que los franceses no podían actuar de otro modo, después de la videncia y contribución nacio. nal, de Charles-Henri Pellegrini, el ilustre saboyano que tantas iniciativas promovió al propio tiempo que pintaba y hacía pos. mas. Él como nadie había vaticinado el adelanto prodigioso que tendría el pueblo de Belgrano, proponiendo su anexión a la Capital en 1866, lo mismo que Flores, «por la conveniencia del gran pueblo a que esos apéndices mañana pertenecerán». Es ,que en 1830, él había visto los «alfalfares de Rosas» repletos de ganados.
Entre las familias de origen belga fue propulsora altamente estimada la de los Poodts.
1 La Nación del 22 de abril de 1910. Aviso del «Biógrafo Belgrano», Cla. Dramática Argentina de losé Brieba. Platea con entrada $ 2
EL TIRO SUIZO
Si hay una institución que ha contribuido al margen de los cuadros oficiales de la defensa nacional, con verdadera eficacia en el adiestramiento del ciudadano y del soldado y hasta en la formación de notables jefes militares, ella fue en Belgrano al promediar el siglo pasado, el Tiro Suizo, primer stand de la República. Ubicado en el Bajo a unas cinco cuadras de la vieja estación del Ferrocarril Central cuenta Ricardo Tarnassi1 el espectáculo que ofrecía la Guardia Nacional los días de tiro cuando el Regimiento de Belgrano, primer batallón del 12 de infantería fundado el 10 de junio de 1897- desfilaba por la calle Rivadavia, hoy Echeverría, desde la plaza hacia el Tiro Suizo, apostadas las damiselas belgranenses, formando calle al paso de la ciudadanía en instrucción de tiro, al compás de la marcha militar Frou-Frou entonces muy en uso en los desfiles militares.
Era un aspecto de la múltiple acción de esa sociedad civil simultánea a la que se practicaba también en el stand de la Sociedad Italiana de Tiro a Segno de Villa Devoto.
En lo que respecta a Belgrano las disciplinas precursoras en esa materia tuvieron por escenario la plaza General Belgrano, es a que se había ido saliendo, para utilizar periódicamente los erenos de White, de los que se regresaba al atardecer por la alle Real bajo la protección de centenarios eucaliptos.
En los mismos terrenos del Tiro Suizo tuvieron lugar las primeras fiestas campestres del incipiente movimiento obrero ar gentino. Próximo al ejercicio para la defensa nacional por las Simas, los primeros organizadores de la fuerza del trabaio en antidad política y los fundadores sindicales, prepararon en esas reuniones o pic-nios del Tiro Suizo, otro aspecto de la defensa nacional, procurando jornadas y condiciones de trabajo protectoras del hombre argentino. Si a aquella altura de los tiempos la incomprensión pudo presentar antagónicas ambas preocupaciones, hoy resulta coincidencia feliz que en los mismos solares belgranenses se haya aprendido a defender a la patria y a promover la legislación tuitiva del trabajo.
Un alto nivel de cultura caracterizaba aquellas reuniones proletarias de sano esparcimiento y divulgación de propósitos. Liberaban del excepticismo anarquista e introducían en la política científica al pueblo trabajador. Y en jornadas dominicales del Tiro Suizo muchos oyeron por vez primera a los tribunos obreros Francisco Cúneo y Segundo Iñigo Carrera y a los que habían de ser décadas más tarde los senadores Juan B. Justo y Enrique Del Valle Iberlucea. Demás está decir que hasta 1915 la presencia del diputado Palacios en esas fiestas implicaba el compromiso de una arenga que el joven legislador pronunciaba gustoso. Las poesías de Mario Bravo suplían a veces su ausencia. O él mismo engalanaba la fiesta con la elocuencia de su verbo. También el talento de Enrique Dickmann hacía generosas concesiones al humorismo, en sátiras políticas muy celebradas. Tanto que lo destacaban como intervención predilecta.
La Sociedad de Tiro Suizo Socité de Tir Suisse de Buenos Aires- se fundó en 1872, comprando sus iniciadores un lote de terreno en el Bajo de Belgrano, de 60.000 varas cuadradas. Con muchos sacrificios y sin ayuda oficial, que recién se puso de manifiesto en 1895, se realizó la obra de las primeras décadas.
Ya en 1873, 78, 82 y 1892, realizó cuatro grandes e importantes concursos siendo su stand de Belgrano el punto de reunión de los más grandes tiradores del país.
Fueron sus presidentes, entre los más eficaces, los señores Guilermo Matti, Martiniano Antonini Antonio Matti, Teofilo Froelich, Elías Charriere y Feliciano Gay.
1 Recordar es Vivir, 1923.