Semblanza, Apologías y Anécdotas, A.Thomsen


Semblanza, Apologías y Anécdotas

Prof. Dr. Alfredo Thomsen (1900 – 1975)

Era descendiente de una antigua familia patriarcal proveniente de la extremidad boreal de Europa, amante de las tradiciones y riquísima en actuaciones navales, que había construido su nido de águilas a la sombra del Castillo de Sönderborg, en la península de Jutlandia, pero cuya fijación legendaria se debe ubicar en la isla de Rugen. Nieto de Alfred Thomsen (1842-1925), primer representante consular y diplomático del Imperio Alemán (Deutsches Reich) y de la Confederación Suiza, en Montevideo, y fundador y primer presidente del «Deutscher Klub» en la Banda Oriental del Río de la Plata. Su bisabuelo era Andreas Thomsen (1795-1852), señor de la baronía de Kollau b. Hamburg-Lockstedt, Kreis Pinneberg, cuyos títulos de dominios en los Ducados de Schleswig-Holstein se remontan al año 1184. Sus descendientes matrimoniaron con herederas de rancias prosapias alemanas, y en épocas más cercanas destacáronse en los ámbitos civiles, incluso con distinción en la ciencia médica.

Fueron sus progenitores el comerciante, hacendado e industrial don Alfredo Thomsen Tomkinson (1873-1930) y su esposa, doña Emilia Eleida Fernández García de Arguibel y Cabañas de Ampuero (1875-1958).

Alfredo, uno de los grandes Maestros que la cirugía de la América del Sud ha dado al mundo, nació con el Siglo XX ya iniciado, un día miércoles a las 8 y media de la mañana del 11 de julio del año 1900, en el histórico recinto de la Ciudad Vieja de Montevideo. Abrió por primera vez los ojos a la vida en la vieja casona de sus abuelos maternos, que estaba situada en la calle Sarandí Nro. 239 (numeración que años después cambió por la de 506), y que formaba esquina con la calle Treinta y Tres. Con las mismas ropas de bautismo que había usado su padre (y que vestirían después sus hijos y nietos) recibió las aguas del Jordán en la Iglesia Matriz, siendo sus padrinos su abuelo materno, Don Ildefonso Fernández de García y Arguibel, militar, hacendado, y héroe de las guerras civiles rioplatenses, y su tía abuela, Doña Teresa Fernández de García y Arguibel, ambos descendientes de alcaides, regidores, cabildantes, vocales del Consulado y ricos monopolistas españoles de la Colonia.

Cuando salió mi abuela de cuidado, después del parto, Alfredo Thomsen Sr., con su esposa e hijo recién nacido, se fueron a vivir a la Chacra «La Selva», en el Rincón del Cerro de Montevideo, que había pertenecido al bisabuelo de Alfredo, don Tomás Tomkinson, y que heredó su abuelo, don Alfredo Thomsen.

Al año siguiente regresó al Plata, desde Alemania, el tío de Alfredo, el Prof. Dr. Ricardo Thomsen (n. Montevideo 1877), Doctor en Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Ingeniero Agrónomo, botánico y biólogo, notable naturalista que descubrió más de 60 nuevas especies de invertebrados, numerosos infusorios y otros animales microscópicos. Autor de la obra sobre rotíferos más completa que se conoce, está considerado internacionalmente como el primer limnólogo y limnobiólogo del Río de la Plata. Miembro de varias corporaciones científicas de las repúblicas del Plata y del Viejo Mundo, fue asiduo colaborador del Museo de Historia Natural de Montevideo, del Museo Argentino de Ciencias Naturales, de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales, del Gabinete de Zoología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y entre las universidades europeas, las de Berlín, Jena, Praga, y otras más. Algunos de sus trabajos bibliográficos se pueden encontrar en la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires. Y por decisión del abuelo de Alfredo, don Alfredo Thomsen (Grosspapá), su hijo, Ricardo Thomsen, que era Licenciado en Agronomía, se hizo cargo de la administración del establecimiento rural del Rincón del Cerro de Montevideo, que el padre de Alfredo había dirigido hasta ese entonces. Y, a su vez, por mandato paterno, el padre de Alfredo asumió la jefatura de la «Haus Thomsen» en Buenos Aires.

La razón social «Thomsen Gebrüder», establecida en ambas orillas del Plata en 1862, era la continuadora de la Firma «A. Thomsen & Co.», fundada por Andreas Thomsen en 1826 en Elberfeld (hoy Wupperthal), con casa matriz en Hamburgo desde 1835. A principios del año 1902, pues, Alfredo Thomsen (hijo), acompañado de su esposa con su pequeño hijo en brazos (Alfredo Thomsen (n), Alfredo) se trasladó a Buenos Aires.

Alfredo, con sus padres, se instaló en una antigua casona de la Avenida Córdoba Nro. 2830, que quedaba igualmente próxima a la vieja escuela alemana donde Alfredo aprendió sus primeras letras y a la vieja Facultad de Medicina, de la que egresaría años después. Era una casa baja con un jardín a los fondos, donde había una fuente con surtidor de agua. Todas las mañanas Alfredo recogía las migajas que quedaban del desayuno, y las llevaba al jardín para alimento de las aves. Era una costumbre, después del desayuno,dar un paseo por la vecindad de casa en compañía de su Abuelo (Grosspapá), y de su hermana Helena Thomsen, y de su perrito fox-terrier, blanco y negro, llamado «Phips». Un día desgraciado lo pisó un carro de panadero. Murió instánteamente, revolcándose de dolor y cubierto de sangre, ante la desesperación de Alfredo y de su hermana Helena, que lloraban desconsoladamente. Fue uno de los primeros dolores de Alfredo, que lo sumió en una honda tristeza.

En 1905 el padre lo inscribió a Alfredo en la Escuela Alemana «Germania-Schule», que estaba ubicada en la calle Ecuador Nro. 1162-64. Era una escuela mixta. En las aulas ocupaban los varones los bancos delanteros, y las niñas los bancos de atrás. Los antecedentes de esta escuela pueden trazarse al año 1843, cuando la Comunidad Evangélica Alemana, ante la necesidad de contar con un colegio alemán en el Centro de Buenos Aires, fundó la Escuela Alemana (luego «Germania-Schule»). Es la antecesora de la «Goethe-Schule», donde Alfredo continuó sus estudios.

Un año después, en 1906 Alfredo Thomsen Sr. viajó a Alemania, que se encontraba en plena época «wilhelminiana». En Hamburgo había fallecido su tío, Theodor-Ludwig Thomsen, varios de cuyos hijos y nietos sentarían, a su vez, sus reales en Montevideo, Buenos Aires y Santiago de la Nueva Extremadura. Cuando regresó a Buenos Aires, Alfredo Thomsen Sr. llegó cargado de regalos para sus hijos. A Alfredo le regaló un auto mano-móvil, el primero que se vio en el Río de la Plata, causando la admiración de toda la gente menuda y adulta.

Tenía inclusive faros que iluminaban con potente luz. Ese mismo año, Alfredo Thomsen Sr., esposa e hijos se trasladaron al pueblo de Belgrano. Era un pueblo de casas-quintas con calles de tierra. La única calle empedrada era la Avenida Cabildo. La iluminación era a gas, y al anochecer recorrían las calles empleados del Municipio con unas largas pértigas que llevaban en su extremo una antorcha con las que encendían las farolas.

En ese año de 1906 se colocó la piedra fundamental del Colegio Alemán de Belgrano, la «Deutsche Höhere Knabenschule in Belgrano», hoy «Goethe Schule», ubicada en la calle Cabildo 1891, donde mis abuelos inscribieron a Alfredo, y al cual Alfredo concurrió hasta terminar el año 1913. Al año siguiente, en 1907, el colegio se mudó a la vieja calle Virreyes (actual José Hernández) esquina Cuba, que era un camino de tierra, poblado de plantas. Allí Alfredo cursó sus estudios primarios. Era, quizá, el colegio de más alta categoría didáctica que había en el viejo Buenos Aires. Era en aquel entonces un «Realgymnasium», donde la enseñanza se impartía exclusivamente en idioma alemán, y se seguían las directivas y los planes de estudio elaborados por el Ministerio de Educación del Imperio Alemán, en su Capital, Berlín.

La diferencia entre un «Gymnasium» y un «Real-Gymnasium» consistía en éste último comprendía doce cursos de enseñanza, y allí se aprendían las lenguas clásicas (griego, latín, etc.), mientras que aquél sólo comprendía nueve cursos, y no se estudiaban lenguas clásicas.

Las clases, igual que en Alemania, tenían denominación latina.

La clase que correspondía al primer grado de la escuela primaria argentina se denominaba «Nona», es decir «Novena»; luego seguía la «Octava», «Séptima», «Sexta», «Quinta», «Quarta» y, llegado aquí, se podía, voluntariamente, rendir el examen llamado del «Einjährigen», para el servicio militar obligatorio alemán, que era de un año de duración para los estudiantes de cursos superiores, que es lo que significa la palabra alemana «Einjährigen». Se pasaba seguidamente a la «Untertertia» y «Obertertia» (3ra. Superior), «Untersekunda» y «Obersekunda», y por último a la «Unterprima» y «Oberprima», recibiendo entonces el «Baccalaureus», es decir el título de «Bachiller», estando ya preparado para ingresar a la Universidad. Doce clases en total, que incluían la escuela primaria y la secundaria.

Las clasificaciones se hacían del «1» (uno = eins), que era «Sobresaliente», al «5» (cinco = fünf), que era «Insuficiente». El 1 (uno) equivalía al 10 (diez) de la escuela argentina; el 2 (dos) al 9 (nueve); el 3 (tres) al 7 (siete), y el 4 (cuatro) al 5 (cinco).

Al Colegio Alemán de Belgrano concurrieron todos los hijos (3 varones y 4 mujeres) de Alfredo Thomsen Sr.. El Director de la Escuela de varones era el Dr. Schober. Tenía el edificio un anexo para Escuela de niñas, dirigida por Fraulein Liebau. Para apoyar las labores escolares de Alfredo, Alfredo Thomsen Sr. contrató a un Profesor particular, Herr Kieslich, que concurría a su domicilio semanalmente. Pero poco después, el venerado profesor falleció afectado por la tuberculosis. El Profesor de Francés y de Historia Antigua de Alfredo era un alsaciano, Monsieur Harnist; el Profesor de Música era el Dr. Koch, y el de Matemáticas era el Dr. Scholl, que tenía un cierto parecido físico con el tío de Alfredo, el Prof. Dr. Erwin Thomsen, M.D.,que vivía en Alemania. En 1909-1910, época del Centenario en Buenos Aires, Onkel Erwin regresó desde Alemania al Rio de la Plata, y frecuentemente solía llevarlo a Alfredo a pasear al Jardín Zoológico de Buenos Aires.

Las clases en el Colegio Alemán (que después recibió el nombre de «Goethe Schule») comenzaban a las 8 de la mañana, y terminaban a las 12 del mediodía. En el segundo recreo, que era algo más largo que los demás, solía comprar Alfredo al Encargado de la limpieza, que era además Portero, y que vivía en los fondos de la es cuela, unos sandwiches de dulce de guayaba, riquísimos, que costaban 5 centavos. El casero se llamaba Feliciano, y trataba muy bien a los alumnos.

Un día, en 1906, al salir de la escuela, y al no encontrar a la sirvienta de su casa, que siempre estaba esperándolo a la salida de clase, Alfredo decidió acompañar a un condiscípulo y así, charlando, se fue hasta llegar a la casa de su amigo. Pero al despedirse, se dio cuenta con espanto que no era capaz de localizar su propia casa, y al sentirse perdido, empezó a correr en cualquier dirección, llorando a lágrima viva y gritando por su madre. Como hacía poco que sus padres se habían mudado desde el Centro hasta Belgrano, no recordaba el nombre de la calle en la que vivía, ni su numeración (Sucre 2457). Fue así como llegó Alfredo, sin saberlo, a la avenida Cabildo.

Un agente de la Policía, con su atuendo típico de aquellos tiempos, cuando usaban cascos prusianos terminados en punta, uniforme azul oscuro con botones dorados, cinturón blanco con un espadachín a la izquierda, botines negros y polainas blancas, viendo a un chicuelo como de unos seis años de edad, que corría con desesperación y lloraba, se acercó y le preguntó cuál era el motivo de su llanto.

Con voz entrecortada, alcanzó a decir Alfredo que se había perdido y que no podía encontrar su casa. También le confesó que no sabía el nombre de la calle ni su numeración.

Mientras el agente de Policía acompañaba a Alfredo,le iba preguntando a cada rato si no reconocía la calle o las casas por las que iban pasando.

En eso se abrió el cielo para Alfredo cuando divisó a su madre en un coche de plaza, que venía al trote por Cabildo. Alfredo, inmediatamente, se soltó de la mano de aquel bondadoso agente policial, y se fue corriendo hacia el coche, que se había detenido ya al divisarlo. Mi abuela le contó a Alfredo el susto que habían pasado cuando, al regresar la sirvienta a casa sin Alfredo, le dijo que no lo había encontrado, y que le habían dicho que ya se había retirado.

En una fiesta infantil, en 1909, Alfredo y su compañera Nelly De Boer (de Tjarks) fueron nombrados padrinos en el acto de bautismo de la muñeca de su hermana Herminia De Boer.

Los útiles del Colegio Alemán, pizarra y «Griffel», así como más tarde los cuadernos, lápices y lapiceras, se compraban en la Librería Francesa de Arnaud, que estaba ubicada en Cabildo entre Echeverría y Juramento. Los libros de texto se adquirían en la Librería Alemana de Gustav Krause o en la Librería Beutelspacher.

La librería de Krause estaba en la calle Esmeralda entre Viamonte y Tucumán, frente al viejo Colegio Lacordaire, en el sitio que ocupó después el Banco de Préstamos, y la librería Beutelspacher estaba en su antigua ubicación sobre la calle Sarmiento entre Esmeralda y Suipacha, ambas en pleno Centro.

El primer libro que Alfredo Thomsen Sr. le regaló a Alfredo, cuando vivían en la calle Sucre de Belgrano, fue la edición italiana y la traducción alemana de «Cuore» («Herz»), de Edmondo de Amicis, que Alfredo leyó apasionadamente. Ese libro lo enterneció hasta las lágrimas, y más de una vez, con ojos acuosos, recordaba y recitaba sus páginas, rememorando especialmente la escena de la visita de Enrico a su viejo Profesor de la escuela primaria.

En 1910 se produjo una invasión de langostas como nunca se había visto en Buenos Aires. El cielo era como una nube compacta que se abatió sobre la ciudad. Los insectos no respetaron árboles ni plantas de los jardines y de las plazas. Era verano, y la diversión de Alfredo y de sus compañeros era dedicarse a matar con bolsas y trapos a esa nube espesa de invasores que arrasaba el suelo. Fue así como Alfredo se atrapó una pulmonía doble. En aquel entonces no había heladeras. Se usaban refrigeradoras, que eran unos cajones forrados de metal, donde se guardaban las botellas con agua y vino junto a barras de hielo. Ocurrió que Alfredo llegó cansado y transpirado a su casa, y lo primero que hizo fue beber una jarra de agua helada de un litro. Esa misma noche ya estaba con 40º grados de fiebre, y deliraba. En su delirio veía una majada de ovejitas como las que solían pasar por la cuadra de su casa. A Alfredo lo atendieron el Dr. Cabral (que era el médico de los hijos de Alfredo Thomsen Sr.), el Dr. Erwin Thomsen (el tío de Alfredo), y el Dr. König (el esposo de Margarethe Hagemann). Le aplicaban cataplasmas, le daban de beber jarabes, e insistían en la buena aereación de la habitación. La cuestión fue que en pocos días Alfredo se mejoró, aunque anduvo después un poco debilitado. 

¡Qué tiempos inolvidables eran aquellos!

Los lecheros llegaban a caballo a las casas, trayendo en ángaras los tarros de leche. También los panaderos llegaban a caballo. Muchas veces los tamberos llegaban a las casas con dos vacas y sus respectivos terneritos, a los que les ponían unos bozales para evitar que mamasen y la leche era ordeñada en presencia de los dueños de casa. Nunca a Alfredo le gustó esa leche tibia y dulzona tomada al pie de la vaca.

A veces se veían vendedores de aves arriando una manada de pavos. ¡Era una vida idílica campestre en ese pueblito de Belgrano! Eran pocas las manzanas edificadas. En la esquina de Mendoza y Superí (recordaba Alfredo) había un bosque de casuarinas, donde solían ir a cazar gorriones él y los muchachos amigos de su casa. Una vez, entre ellos, fue Erich Nopitsch con su rifle, y al regresar a casa, quiso tomar agua de una canilla del jardín, y al depositar el rifle en el cantero, salió disparado un tiro que le fue a dar justo en la frente al pobre perrito «Phips», que Estela, la hermana de Alfredo, tenía en sus faldas. El perrito quedó instantáneamente muerto, y aquel tiro, por un tris, no la mató a Estela también. Fue bárbaro el drama. Alfredo Thomsen Sr., enfurecido, lo sacó a puntapiés a Erich, que nunca más volvió a poner los pies en casa.

Algunos condiscípulos de Alfredo en el Colegio Alemán eran Willy Eckell, Maag, Hans Koch, Augusto F. Küker, Bär, Fritz Geucke, Giesenow, Walter Hirten, Hirsch, Wegener, Ernst Carl, Augusto (Tito) Müller, Moeil… También fueron compañeros de clase de Alfredo, los dos hermanos van Peborgh, hijos de padres belgas, que, no obstante odiar a los alemanes, cursaban sus estudios en el «Realgymnasium» Alemán, porque era el colegio de la más alta jerarquía intelectual que había en el viejo Buenos Aires. 

Emilio van Peborgh era el más flaco y el más alto de estatura de toda la clase. Los dos hermanos se retiraron del Colegio en 1913, antes de que empezara la Gran Guerra de 1914-1918. Otro de los compañeros y amigos de Alfredo en el Colegio Alemán era Mario Williams, el hijo del compositor Alberto Williams. La Asociación «Kränzschen», organizada por ese grupo de amigos, nucleaba a los ex-alumnos del Colegio Alemán, y entre los compañeros que se reunían allí estaban Alfredo, Alfredo Thomsen, Ernesto Cari, Augusto F. Müller, Ricardo Siegrist, y otros. Carl y Müller estudiaron Medicina con Alfredo, y siguieron siendo compañeros en el Hospital Pirovano, cuando Alfredo era médico jefe de las Salas XI. y XII. Ernst Carl fue uno de los grandes condiscípulos de Alfredo en el Real-Gymnasium Alemán de Belgrano, que se hallaba en la calle José Hernández entre Obligado y Cuba. Ambos se reencontraron en la vieja Facultad de Medicina y trabajaron juntos como médicos en el Hospital Pirovano.

Fueron amigos. Cari era estudioso y un gran organizador.

Siendo jóvenes estudiantes, Alfredo y varios compañeros, junto con las respectivas hermanas de cada uno de ellos, solían reunirse en la casa de Ernst Carl, que estaba ubicada en la calle Zabala, entre Amenábar y Ciudad de La Paz. Y ese grupo de amigos, hermanos, y compañeros fundaron una agrupación denominada «Kränzschen», en la que, bajo la dirección de una profesora de baile, aprendían bailes modernos. Todos ellos fueron los creadores y fundadores y organizadores de la Asociación de ex-alumnos del Colegio Alemán. Representaban obras teatrales y practicaban la crítica literaria. Se dedicaban también al periodismo. Eran todos fanáticos adeptos a la filosofía monista-naturalista, y sus maestros supremos eran Ernst Haeckel (1834-1919) y Wilhelm Ostwald (1853-1932). Ernst Carl murió en Buenos Aires en 1969.

Dicen las crónicas que Alfredo Thomsen Sr. le había prometido a su esposa, frente al altar de la Catedral de Montevideo, el día de su boda,

16 de octubre de 1899, que su hijo primogénito (Alfredo, Alfredo Thomsen), recibiría una educación religiosa católica. Es por esto – se cree – que Alfredo, por decisión paterna, fue inscripto a principios de 1914 como alumno del famoso Colegio «Lacordaire» de los PP. Dominicos Franceses, en Buenos Aires. Sin embargo, la verdad, quizá, era que la Belgrano Schule, en aquel entonces, no tenía escuela secundaria, la que recién se creó en 1917, Y el primer Bachiller alemán de la América del Sur, egresado en 1921 – cuando Alfredo estaba ya en la Facultad de Medicina -, fue Alfred von Metzen, portador de un apellido vinculado a la descendencia de Alfredo Thomsen Sr., Alfredo Thomsen, a través de uno de sus nietos (que es mi primo hermano), Ernesto Jencquel Thomsen, que contrajo nupcias con Melitta Roosen von Metzen, en Montevideo. El Colegio Alemán de Belgrano no era en ese entonces un colegio incorporado y, consecuentemente, el Bachillerato no se podía cursar allí. Por otra parte, el título de «Bachiller» era necesario para ingresar a la Universidad de Buenos Aires, y por lo tanto, se debía dejar el Colegio Alemán para terminar el Bachillerato en un Colegio Nacional.

Alfredo Thomsen Sr. había sido bautizado en la iglesia de San Francisco de Asís, de Montevideo. Pero una vez instalado, después, en Europa, desde niño, y siendo alumno de un renombrado «Real-gymnasium» de Alemania, recibió en ceremonia religiosa, a los 15 años de edad, la Confirmación, en la iglesia evangélica-luterana de St. Gertrud de Hamburgo, según certificado expedido por el Pastor Carl Manchot, D.D., el 23 de marzo de 1888. Además, siendo aun un adolescente, había formado parte, como cantor solista, del Coro de la iglesia protestante de Duppel, que había sido pocos años atrás escenario de sangrientos enfrentamientos entre tropas danesas, austríacas y prusianas. A partir de la prematura muerte de su madre, doña Elena Tomkinson de Thomsen, en 1892, la preocupación religiosa de Alfredo Thomsen Sr., a la sazón con solo 18 años de edad, fluctuaba entre la fe católica, apostólica romana de su madre angloespañola y la fe cristiana evangélica luterana de su padre alemán. Avanzando un poco más atrás para conocer el rancio cristianismo de nuestra estirpe, expliquemos que el abuelo materno de Alfredo Thomsen Sr., el inglés Thomas Tomkinson, era anglicano de la rama High Church, la más tradicional y aristocrática de la Iglesia Establecida de Inglaterra, y su abuela materna, la española doña Joaquina de Navia y Alvarez de Cienfuegos, Falcón y Pérez de Velazco, era católica. Y a su vez, el abuelo paterno de Alfredo Thomsen Sr.,

 Alfredo, Alfredo Thomsen, siendo niño, en el colegio y en su casa, aprendió el latín y el griego, y el alemán, el inglés, el francés y el italiano. Ya siendo médico recibido, le sacó provecho a sus pacientes, que eran los agregados culturales de los países europeos en Buenos Aires, para estudiar el ruso, el sueco y el danés. Admirador del País Vasco, se interesó por el vascuence y además se acercó al romanche, el cuarto idioma suizo, y dominaba además el idioma guaraní.

En todas las reuniones, comidas y agasajos organizados por Alfredo Thomsen en su casa, no participaban sus hijos. En general, en todas las comidas, sus hijos debían permanecer sin hablar y sólo podían abrir la boca para comer y para contestar si les hacían preguntas, y debían comer todo lo que les era presentado en la mesa, aunque algunos platos no les gustasen. Fräulein Döhring fue durante muchos años institutriz de sus hijos en Montevideo y Buenos Aires. En su juventud había trabajado en calidad de secretaria con el famoso arqueólogo alemán Heinrich Schliemann, en Grecia. H. Schliemann fue el descubridor de las ruinas de la ciudad de Troya en el Asia Menor. Mrs. Richter, que era profesora particular de inglés de la alta clase social de Buenos Aires, fue profesora de inglés de los hijos de Alfredo Thomsen. Hablaba también, por supuesto, el idioma alemán a la perfección. Su marido era alemán, y con éste, en su juventud, habían vivido en Rusia, en la antigua ciudad de San Petersburgo, y allí habían conocido y trabado íntima amistad con el compositor noruego Edvard Grieg. La casa de Alfredo Thomsen era un hogar propicio cual pocos para la rápida fermentación de anhelos intelectuales y de ensueños idealistas.

Las casas de los Thomsen y de los Hagemann, en Belgrano (sobre la calle Zapiola al 2100, manzana que ocupa actualmente el «Belgrano Day School») se tocaban por los fondos, y todos, grandes y chicos, aprovechaban esa circunstancia para vivir prácticamente como formando una sola familia. Walter Hagemann era un hombre admirable por su cultura, su bondad y comprensión. Alfredo, adolescente aún, era un a lateare de él, veía en él un ideal, y él le inculcó parte de su admirable cultura. Solían reunirse durante las tardes a leer autores filosóficos alemanes y poetas líricos simbolistas y novelistas franceses, mientras otros componentes de la gran familia organizaban campeonatos deportivos en la cancha de Lawn-tenis de polvo de ladrillo. Walter Hagemann estudió en la Universidad de Zürich, y participó en la guerra de 1914-1918, donde salvó milagrosamente su vida por un sueño premonitor. Luego regresó a Buenos Aires, siendo ésta la época de esa gran amistad. Años más tarde volvió a Alemania para estudiar filología románica en Freiburg.

Su padre solía tocar el piano en las altas horas del atardecer, cuando lo invadía su habitual «twilight sadness». En su casa, los domingos eran días dedicados a la música clásica. Lo visitaban a veces su hermana Maria Julia Thomsen de Warnfcholtz o su prima hermana Gretchen Tappen de Nojitsch, y entonces tocaban al piano a cuatro manos con él. La herencia musical le venía de su madre, Elena Tomkinson de Thomsen, quien en su juventud había sido concertista famosa de piano en el Río de la Plata, en la corte de Rio de Janeiro y en Europa. Como melómano que era, Alfredo Thomsen Sr. que solía ir al teatro a presenciar las óperas más famosas de entonces, e inculcó a sus hijos esa misma pasión, y les hizo aprender el piano.

Era un buen lector y tenía una hermosa biblioteca. Estaba abonado a la Librería Internacional e Intercontinental de Conrad Behre, de Hamburgo, que le enviaba los mejores libros del mercado europeo, escritos en alemán, francés e inglés, idiomas que dominaba a la perfección.

Prof.Dr. Alfredo Thomsen, médico clínico y cirujano, profesor universitario, maestro de la cirugía argentina, jefe y director de hospitales, médico de campaña y médico rural; oficial de la Armada Naval Argentina, expedicionario antártico y polar, socio del Deutscher Klub, del Ruderverein Teutonia, del Club Universitario de Buenos Aires (CUBA); campeón y capitán del Team de lucha grecorromana de CUBA; docente de las cátedras de Anatomía Descriptiva, Medicina Operatoria, Clínica Quirúrgica y Técnica Quirúrgica, cuando eran sus titulares Atilio J.Costa, Guillermo Bosch Arana, Joaquín López Figueroa y Pedro Chutro; jefe de las Salas XI y XII del Hospital Pirovano; médico de la S.A.Cía. Importadora y Exportadora de la Patagonia, de La Forestal Timber & Railway Co.; presidente, vicepresidente, vocal y miembro del directorio de la S.A.Estancias San Rafael,San Ildefonso y Tapiracuay; alumno de Martin Kirschner (Heidelberg) y Ferdinand Sauerbruch (Berlin); asesor del Ministerio de Asistencia Social y Salud Pública de la Nación; primer y más eficaz colaborador del Team Quirúrgico de los hnos. Enrique y Ricardo Finochietto; médico del Sanatorio Podestá. Pionero de la Medicina en el Gran Chaco,comarca ubicada en el hinterland de la América del Sur; benemérito servidor de la Nación,benefactor de nuestras razas aborígenes, para las que fundó centros hospitalarios en la provincia del Chaco; erudito, humanista, filántropo, escritor, poeta, articulista, poliglota, bibliófilo y traductor plurilingüe; estudioso de la cultura de tipo neolítico denominada «chaqueña-santiagueña-litoraleña»,con aporte de elementos andinos y amazónicos. Creador de la primera escuela de cirugía en la región del Chaco y forjador de toda una generación de médicos clínicos y cirujanos en el norte de nuestro país. Trabajó y cultivó una relación amistosa con casi todos los más eminentes profesores de la época histórica de nuestra Facultad de Medicina; A los 20 años,en el laboratorio de su tío, Dr. Ricardo Thomsen, fue el primer descubridor de parásitos en los jugos vegetales de ciertas plantas euforbiáceas. Los hnos. Finochietto, en prueba de reconocimiento, bautizaron con el nombre de «Maniobra de Thomsen» una maniobra que se realiza habitualmente en la colecistectomía. El prestigio que adquirió hizo que personajes con vidriera pública se convirtieran en sus pacientes habituales o lo consultaran circunstancialmente:las actrices Mecha Ortiz y su hermana Amanda Varela, y María Eva Duarte Ibarguren; el pianista Rene Cóspito y su esposa; el vicepresidente Hortensio Quijano; los periodistas Juan José de Soiza Reilly y Julio Gallino Rivero;la Marquesa Anne Gourlez de la Motte, esposa y viuda del Dr.Alexis Carrel, Premio Nobel de Medicina en 1912, que fue testigo ocular de los milagros de Lourdes, Francia; estaba vinculado por lazos de parentesco y amistad con el Dr.José Arce, pues don Pepe estaba casado con la hermana de Martín Castro Escalada, que era amigo de Alfredo, siendo ambos a la vez colegas médicos y también uruguayos y las respectivas esposas de Arce, Castro Escalada y Alfredo eran primas hermanas. A lo largo de su vida profesional fue redactando unos «Protocolos Operatorios» de las intervenciones quirúrgicas que realizaba, y al cumplir sus Bodas de Oro con la Medicina, poco antes de morir, tenía computarizadas poco menos de 19.000 operaciones realizadas a lo largo de cincuenta años.